jueves, 29 de mayo de 2008

Fotos del Chatelet

















Diseño 2.0

Esta es una nueva versión nacida de la anterior. Como podeis ver ahora se han invertido los colores. Los textos quedan en claro sobre oscuro para facilitar la comodidad de lectura.
También le he dado más espacio al texto para que los relatos tengan más o menos la proporción de linea de una hoja impresa.

Por último he editado los post que habían para poner como etiqueta el nombre del autor en cada relato o post . Si lo vamos haciendo así podremos listar desde el menú todo lo escrito por cada uno. Si quereis cambiar el nombre etc. hacedlo antes de tener muchos post o despues es pesado cambiarlo en todos.

Espero que os guste.

miércoles, 28 de mayo de 2008

No puedo

!No puedo escribir!
Un bloqueo me consume.
Me siento, con mi libreta y un lápiz enfrente,
mil ideas recorren mi cabeza, pero cuando las quiero plasmar, mis manos se entumecen y no dejan resbalar la tinta sobre el papel.
Miro alrededor y esta pose, yo mirando de lado a lado, lápiz en mano y papel en blanco, me hace sentir ridícula.
!No puedo escribir!
Un frustración enorme me destruye.
Miro el papel, en blanco, me lleno de rabia.
Enciendo un cigarrillo y me interrogo mentalmente:
¿Que pasa? ¿Por que?
La gente me mira, casi escucho sus pensamientos:
¿Y esta? ¿Que hace? !Que rara!
Pasa un niño corriendo, me mira y se ríe,
se ríe de mi ... !Claro! ! Es que esta pose!
Enciendo otro cigarro, aspiro sin interés, ¿Por que coño no dejo este vicio?
Cierro los ojos, escucho simplemente,
las campanadas de la iglesia, la señora que habla al teléfono al lado, los coches pasando...
¿Que pasa? ¿Por que no puedo escribir?
Pasa un rato... largo, aburrido, infinito...
Es la hora, la rutina del trabajo me llama... "Carmen... Carmen"
Me llama el fax, los informes, el ordenador... comienzo a ver las caras largas de la oficina en mi cabeza.
Miro la libreta
el papel sigue en blanco.
Me levanto y voy arrastrando los pies...
!Vaya Mierda!

martes, 27 de mayo de 2008

Nuevo diseño blog

Tal y como comentamos con Sebas al crear el blog he preparado y os propongo este diseño. El objetivo es tener un blog más nuestro y más potito. Como podeis ver he intentado dejarle más espacio al texto de los post para que la lectura de los relatos sea más cómoda y no queden tan largos.

Por favor comentar que os parece (en este mismo post) porque si no os gusta lo cambiamos.

Enhorabuena a los que ya han empezado a postear.

Xavi

¿somos los mejores?

Somos los mejores, y no lo sabemos, pero ¡somos!

jose?
2008-05-27

domingo, 25 de mayo de 2008

Ruta Barcelona - Calella

- Ahí va! Bomboleooo, bamboleaaa!! – voy pensando mientras miro el culo gordo, grandioso, parecido a una mesa camilla que se mueve tres pasos delante de mí. Ahí va el culo de mi suegra!!. Claro, cómo no! Andamos por la bajada del parking a buscar MI coche, porque hoy nos vamos de vacaciones a MI apartamento y mi suegra se ha apuntado en el último momento, y aún así tiene que caminar abriendo la marcha, organizando el cotarro, nuestra vida vamos... y mi mujer, que en éste momento es más su hijita que mi mujer anda con una sonrisa resuelta en el rostro al ladito de su mamá.
No caerá la breba de que salgan rodando cuesta abajo.
- Papáá! Ten cuidao, jope, que vas arrastrando mi mochila por el suelo.
- Pues llévala tú, niña.
Llegamos al coche y suelto las 3 bolsas de viaje, la nevera portátil, la sombrilla y la caña de pescar para buscar las llaves en el bolsillo de mis bermudas.
- Pepe, por dios, no apretes así las bolsas de la comida, y ten cuidado con la bolsa que lleva los huevos, ponla encima.
- Si no llevaras tantas bolsas de ropa cabría todo .... se puede saber que coño llevas en todas ésas bolsas? Porque yo lo llevo todo en la más pequeña.
- Si, claro! ¿Y los zapatos? ¿y los neceseres? ¿ y las toallas y las cosas de baño? Tú solo ves tus pantalones y tus cuatro camisetas, y lo demás lo tengo que preparar yo, me tengo que acordar de todo y encima tengo que aguantar que me digas que llevo mucha cosa. Sheylaa, no te he dicho que me ayudes? Tráeme la lámpara nueva que tu padre tiene que meterla. Pepe, no te vayas, hombre, mete la lámpara... pero quítale el plafón que lo vas a romper, bestia.
- Pues métela tu, joder
- Que yo no puedo sola con la lámpara, Pepe, ayúdame.
- Trae anda.
Nos montamos en el coche y el silencio dura el tiempo que tardo en arrancar el coche.
- Jope, Papa, quita la cinta del Camarón, vaya mierda, joder.
- Sheyla, un respeto a tu padre eh? Y a ver esa boca que como me gire te doy un bofetón.
- Eso es lo que tu te crees
- ¿Qué has dicho??
- Nada
- Niña, cielo, deja a tu padre, vaya a ser que se pierda y no contestes a tu madre. Anda que vaya niños los de hoy día. Le contesto yo así a mi padre o al abuelo y me tortean.
- Ay dejame ya, iaia.
- Sheyla no contestes a tu abuela. Pepe, ¿has cerrado la llave del gas?
- Sii, Pili, si. Anda pásame un cigarro.
- ¿pero conduciendo vas a fumar, hijo? Mi marido decía que no le gustaba fumar cuando llevaba el coche porque se entretenía y podía tener un accidente... mira que como nos choquemos...
- Tranquila, Antonia, que no pasa nada.
- Bueno, yo sólo digo....
Me inclino hacia la radio mientras muerdo con fuerza la boquilla del cigarro. Será metomentodo la vieja. De todo tiene que decir algo. Pongo una cinta de Camela bien fuerte, y me concentro en la autopista, aunque mi placer dura un minuto. Mi mujer abre la guantera y está trasteando entre las cintas de música. Coge una con gesto decidido y pega el cambiazo. Los berridos de la Merche llenan el coche con una de sus canciones lentas.
- Joder, Pili. ¿no puedes poner otra cosa?
- Ay déjame. Tú ponte a conducir no te vayas a despistar.
- Y daleee.
- Papa, vamos a parar que me estoy meando.
- Niña por dios pero si hemos salido hace sólo media hora.
- Pero tengo pipi.
- Pues haber meado en casa, ahora ya no paro hasta que lleguemos.
- Pepe, que no te cuesta nada parar un momentillo ahí en un ladito.
- Me cago en la leche, te quieres callar, Pili? ¿ahí me voy a parar, en el arcén? Que te calles.
- Pero hijo, que la niña se está meando.
- Que se aguante.
- Pues yo digo que si la niña se está meando le podias hacer caso a tu mujer, y...
- Antonia.
- ¿Qué?
- Nada.
Los siguientes diez minutos los hacemos en silencio hasta que vemos una señal con la próxima salida de un área de servicio.
- Mira, Pepe, ahí nos podemos parar.
- Y mira que estamos a diez minutos del apartamento y tener que parar ahora...
- Pepe que te pasas la salida.
- Pili, jodeerrr, que no me la paso, aquí quién lleva el coche, a ver. Ala, salir corriendo al váter.
Subimos otra vez al coche. Me enciendo otro cigarro y mi suegra se pone a toser fuerte. No se ahogará la madre que la parió.
- Mama, tengo hambre.
- Me cago en diossss
- Sheyla espérate que ya llegamos y enseguida hago la cena.
- Pero, ¿no has traído galletas?
- Ahora ya no comes galletas que luego no cenas.
- Jo, que sí que ceno.
- Que te he dicho que no y ya está.
- Pili, dale una galletita a la niña que no pasa nada.
- Mama, no te metas que ya le he dicho que no.
- Pero si unas galletas no son nada.
- Mamáa.
Llegamos a la puerta del apartamento, aparco el coche y empiezo a subir todas las bolsas al séptimo piso. Lo dejo todo en la entrada y respiro por fín tranquilo. Mi mujer y mi suegra están ordenando todo y mi hija se sienta en el sofá hablando por el móvil.
Me acerco a la nevera y cojo una xibeca.
- Pepe, abre la llave del agua.
- No me dejarás descansar, con lo cansado que estoy.
Después cojo la cerveza y me siento en una silla blanca de plástico en el balcón, mirando a la gente que pasea por la calle...
- Piliii, tráeme unos berberechos!.

Regreso de Argelia

Mientras el barco se alejaba rápidamente del puerto de Argel, Adolfo contemplaba con tristeza aquella tierra donde había vivido los últimos ocho años, veían alejarse la costa de aquel país donde había llegado en busca de trabajo, escapando de la crisis y el desempleo que se habían extendido por Europa tras el desastre de 1929. El un buen maestro albañil que había participado en las obras de la Exposición de Barcelona no había tenido ningún problema en ser contratado por el gobierno colonial francés que en aquellos tiempo estaba empeñado en cambiarle la fisonomía a la vieja Argel, derruir sus viejos y decrépitos barrios y construir nuevos edificios a la mayor gloria de Francia. Sentía remordimientos por embarcar a toda su familia en aquella aventura de incierto final. Habían sido muy felices allí, el gobierno francés les había cedido terrenos para construirse una casa y él lo había hecho con sus propias manos, una hermosa casa de dos plantas con un patio trasero amplio donde su mujer cultivaba verduras y hortalizas, tenían gallinas y conejos y algún árbol frutal. Una hermosa parra cubría una parte del patio dando sombra casi siempre y unas uvas pequeñas pero muy dulces una vez al año. Se hallaban en un barrio que nació con la emigración en el que convivían gente de distintas procedencias, los había italianos, portugueses, franceses por descontado. El barrio estaba situado a las afueras de la ciudad, cerca de la costa de la cual les separaba unos bosques de pinos que acababan donde unas dunas escondían la vista del mar. Sus hijos habían disfrutado de la enseñanza pública francesa que era gratuita, y su relación con la gente autóctona siempre fue buena, nunca tuvo problemas, al contrario su mujer era muy respetada por los árabes que aún vivían en su gran mayoría sumergidos en la ignorancia y la superstición. Ella que era una mujer que venía del campo, tenía soluciones para todo, igual podía ayudar a parir a una embarazada que aliviar una fiebre con la simple administración de una aspirina. Eso la convirtió en alguien muy querido a quien siempre se invitaba a cualquier fiesta o celebración. No podía olvidar el día que nació su hijo pequeño, su casa se convirtió en una especie de portal de Belen donde la gente acudía para ver al niño y traían regalos que iban desde una gallina a pasteles, telas, etc.. Todo había sido perfecto hasta que le llegaron noticias de lo que estaba sucediendo en España, del golpe de estado contra el gobierno republicano y de la guerra civil que se había iniciado. Su vida cambió por completo, la ansiedad se apoderó de él, pasaba las noches agarrado con otros compatriotas a un aparato de radio que les contaba no siempre con claridad como estaba la situación y como se desarrollaba la guerra. El que era un hombre de profundas convicciones se sentía como si estuviera traicionando a su causa. No podía estar allí tan tranquilo cuando al otro lado del mar el fascismo estaba destruyendo aquello con lo que tanto habían soñado, el y otros miles de compatriotas a quienes aquella monarquía corrupta y decadente había forzado a buscar otros mundos donde poder vivir con dignidad. No estaba en España cuando se proclamó la República, pero recordaba la celebración que organizaron los españoles que allí vivían, así como camaradas franceses e italianos, también emigrantes. No hubo día que no siguiera por radio o por la prensa escrita los avatares a que estuvo sometido el Régimen republicano en su breve vida, y ahora llegados a un punto en el que peligraba su existencia, no podía quedarse al margen, si lo hacía no se lo perdonaría jamás. Había hablado con su mujer, le había dicho que se iría el solo y volvería cuando las cosas estuvieran mas claras. Ella su opuso tajantemente, no estaba dispuesta a quedarse sola con los niños y con la duda de si lo volvería a ver. Que haría ella allí sola, si el no podía volver, eran una familia y juntos habían llegado y juntos se iban a marchar.
Vendieron la casa con facilidad, un vecino árabe se la compró y se la pagó bien, era un buen amigo que se entristeció mucho al saber que marchaban. Cuando ya camino del puerto cerró la puerta de su casa por última vez no pudo contener unas lagrimas que se le acumularon en los ojos. No quería que sus hijos le vieran llorar, les había contado que iban a pasar un tiempo para ver a sus abuelos, que volverían pronto. Los niños olvidan pronto se decía a si mismo y no quería hacerles mas difícil la marcha. Su mujer mantuvo la compostura, vio como cogía unas hojas de la parra que por aquella época estaba florida y llena de racimos de uva, y se la guardaba en el bolsillo de su falda. Carlo, su vecino italiano les acompañó en su camión hasta el puerto. Cuando se alejaban ya del barrio y antes de girar hacía la carretera que llevaba a la costa, giró la cabeza para darle una última mirada a su hogar, sabía que no volvería nunca mas a verlo.
Se quedo allá en la cubierta hasta que la costa de África desapareció de su vista, entonces se dirigió hacia donde se encontraba su familia, sin duda no eran del todo conscientes que se encaminaban hacia un destino que arrastraría a centenares de miles de personas a años de penurias y tragedia, nadie era capaz de imaginar que aquella guerra sería el inicio de una catástrofe humana de proporciones inimaginables. Cuando desembarcasen en el puerto de Port Bou desaparecerían dentro de la vorágine a la que los fanatismos políticos e ideológicos iban a llevar a millones de personas.

El accidente

Después de 15 años viviendo en Europa, por fin iba a volver a la que era mi casa. Me había comprado un billete para Buenos Aires, escala Miami, un billete de retorno a mi hogar, un billete para dejar atrás una época de mi vida que ya se acababa. Subí al avión pasadas las tres de la tarde. Era uno de esos días de mucho tráfico aéreo, en pleno mes de julio, con medio mundo de vacaciones y el otro medio esperándolas. Había facturado dos enormes maletas en las que lo llevaba absolutamente todo. El resto de mis cosas las había vendido, ya no me quedaba nada en España. Mientras iba pensando en mis cosas, el avión se iba llenando. Cerca de mí se sentó un tipo muy alto. Dejó su chaqueta en el compartimento superior y se sentó, dejando vació el asiento de en medio. Al cabo de cinco minutos, ese asiento lo ocupó una mujer de mediana edad.

Despegamos de Madrid a las 4 de la tarde. El cielo estaba despejado. El hombre alto leía, mientras la mujer se entretenía haciendo sudokus. Las azafatas pasaron un par de veces con el carrito de los refrigerios y yo me pedí una manzanilla. Después pusieron una película y me quedé dormido. No fue hasta que noté la primera sacudida que no me desperté. Abrí los ojos y me encontré dos caras de pánico frente a mí: el hombre alto empezó a rezar en voz alta y la mujer se agarraba a los brazos de su asiento con la cara desencajada. El resto de pasajeros también empezó a gritar. Yo estaba aturdido por el sueño y no entendía nada. Esas turbulencias no eran normales. Miré por la ventana. El cielo que antes era azul ahora era gris y unas nubes enormes lo empapaban todo. Lo oscurecieron todo. Los pasajeros no cesaban en sus gritos, todos menos yo. No podía pensar, no podía reaccionar, pero no tenía miedo. Había asumido que con 68 años, cualquier día podía pasarme algo malo. La señora de mi lado me apretó el brazo y me miró a los ojos:

- Tengo miedo. No quiero morir, tengo miedo.

No supe que responderle. Yo siempre había sido un tipo de pocas palabras, así que sólo pude mirarla sin decir nada. Le quité instintivamente la mano de mi brazo al ver la máscara descolgarse ante mí. Me la coloqué como el resto de pasajeros hizo. Cerré los ojos. Si iba a morirme, quería que la muerte me encontrara con los ojos cerrados. Las turbulencias cada vez eran más grandes. El avión inició un descenso en picado. Los gritos volvieron a elevarse, las luces del avión se apagaron y los asientos empezaron a saltar. Oí chillar al tipo alto que tenía dos asientos más allá. No hubo tiempo para más. La montaña paró nuestra caída.



En menos de siete horas volvería a ver Miami. Volvería a ver a Reinaldo, mi Reinaldo. Lo había extrañado tanto. Sus caricias suaves, su sabor almibarado, su olor a canela… Subí a aquel avión ruidoso y maloliente por la tarde. Hacía un día espléndido, pero yo sólo podía pensar en que ese tiempo iba a ser mejor en Miami. Me quité la chaqueta y la puse encima de mi asiento. Antes de subir había comprado una novela, trataba sobre un tío que investigaba un crimen en el Louvre y no sé qué de la Gioconda… me entretenía leyendo esas tonterías, sin escuchar a las azafatas, esas que huelen a colonia barata y a acondicionador de peluquería. A mi lado había una señora de unos 45 años. Llevaba un maletín de cuero. La azafata se acercó para decirle que lo pusiera debajo de su asiento. Casi vomito por culpa de su perfume.

El tipo que se sentaba al lado de la mujer, un viejo gordo y sudoroso, se pidió una manzanilla. Odiaba a aquel tipo de hombres, tipos sebosos que no cuidan su imagen y que no se lavan lo suficiente. Otra vez la azafata se acercó a mí. Yo rezaba para que se fuera… finalmente, después de darle la manzanilla al gordo, Dios hizo caso a mis ruegos y se largó.
Pusieron una película, pero yo seguía leyendo. La mujer, que rellenaba crucigramas, alzó la mirada y se dirigió a mí con tono desconfiado:

- Señor, ¿tiene usted auriculares para escuchar la película?
- Tenga, señora.

Cualquier cosa para no volver a ver a las azafatas merodeando mi asiento. Le di mis auriculares. Pasó una hora más o menos cuando empecé a sentir las primeras sacudidas. El avión perdía altura y la gente empezaba a murmurar. La señora se quitó los auriculares y me dijo:

- ¿Qué está pasando?
- Señora, no se alarme, son solo turbulencias.
- ¿Qué no me alarme? ¿Cómo que no me alarme? Esto no es normal. Azafata!!!
- Maldita sea, señora, no llame a la azafata!!!

Ya era tarde, la azafata se acercó con cara de pocos amigos:

- ¿Qué está sucediendo, señora?

En aquel momento, una sacudida y la voz del sobrecargo:

- Señores y señoras pasajeros, mantengan sus cinturones de seguridad abrochados, estamos pasando una zona de fuertes turbulencias.

La azafata volvió a su sitio. El tipo gordo se despertó. La mujer le dijo no sé qué. Las turbulencias eran cada vez mayores. Yo empecé a rezar. Padre nuestro que estás en los cielos… y a pensar en Reinaldo, mi Reinaldo, en su sabor almibarado, su olor a canela… hasta que mi asiento saltó por los aires y un golpe secó contra el techo del avión paró mi caída.


No me gusta volar. Jamás me ha gustado. Ese día, tuve que coger un avión hasta Buenos Aires, escala Miami. Iba a ser un viaje largo para cerrar un negocio en pocas horas. Si llegaba a media hora, eso iba a ser mucho. Facturé mi maleta pequeña y me quedé con mi maletín para llevármelo abordo. Solo mi portátil, el dinero y un cuaderno de pasatiempos. Los sudokus me iban a relajar. Me había tomado una pastilla tranquilizante y ya no temblaba. Cuando subí al avión, tenía la mente más clara y despejada, pero seguía teniendo miedo.

Intenté que nadie notara nada de mi pavor a volar. Me senté entre un tipo alto y negro que iba leyendo El código da Vinci y un señor mayor y corpulento que ni me miró. La azafata me llamó la atención:

- Señora, puede poner el maletín debajo de su asiento?
- Claro que sí, señorita.

El chico negro puso mala cara. Yo le miré con recelo. No me gustaba su mirada. De hecho, no me gustaban los inmigrantes en general. Los negros en particular, aun menos.

Despegamos. El cielo estaba claro y el tiempo soleado. El señor de mi izquierda se pidió una infusión. Yo tenía mucha sed pero me resistí a pedir nada. Ya se sabe que la comida en los aviones está muy cara. Me sumergí en mis pasatiempos.

Al poco rato pusieron una película y ví que no tenía auriculares. Tenía dos opciones: preguntarle al señor mayor si tenía auriculares o al negro. Pensé “¿un señor mayor con auriculares? No”. Así que se los pedí al inmigrante. Mi educación fue máxima, no fuera a despertar a la bestia que todos llevan dentro. El chico me respondió con educación y me dejó unos. Así que, gracias a su inesperada amabilidad, pude escuchar la película.

Tom Hanks llevaba una hora hablando en un banco de la calle cuando noté una sacudida. Me asusté y empecé a sudar de nuevo. Había mantenido una calma tensa pero una calma al fin y al cabo hasta que empezaron las turbulencias. Me entró el pánico. Miré al negro:

- ¿Qué está pasando?
- Señora, no se alarme, son solo turbulencias.
- ¿Qué no me alarme? ¿Cómo que no me alarme? Esto no es normal. ¡¡¡Azafata!!!
- Maldita sea, zorra, no llames a la azafata!!!

El negro se había vuelto amenazante. La azafata se acercó justo cuando una nueva sacudida hizo chillar al resto del pasaje. La megafonía dijo no sé que de los cinturones. El negro dejó de preocuparme. Sabía que iba a morir… lo sabía. Miré al señor mayor:

- Tengo miedo. No quiero morir, tengo miedo.

El señor no me dijo nada. Creo que estaba tan asustado como yo. La gente seguía chillando y mis oídos me dolían. En un segundo el avión empezó a caer en picado y algunos asientos saltaron. El negro salió despedido. Yo me agarré fuertemente a los brazos del asiento. Un fuerte choque y el avión se partió en dos…

Ya no recuerdo nada más. Solo que me desperté en el hospital al cabo de tres días. Los periódicos hablaban de 9 supervivientes. Lo habían llamado un milagro.

Visiones

Cuando Jacinta regreso a casa después de su operación de la vista, comprendió que desde el accidente en coche junto a su marido 3 años atrás, había estado viviendo una mentira. Recuperar la vista y saber la verdad, no la hizo feliz, al contrario, la lleno de insatisfacción y tristeza para el resto de sus días.

Comenzaré por contarles como su vida cambio hace 3 años, cuando iban por la carretera central, Roberto no diviso una luz en rojo y un enorme camión los golpeo dejándoles inconcientes. Cuando Jacinta despertó, 2 semanas después, sorprendida se dio cuenta que no podía ver, aquel golpe la dejo ciega y los médicos no le supieron dar ninguna solución inmediata para aquella desgracia repentina.

Después de este hecho, Jacinta tuvo que comenzar casi de nuevo, sus hijos y su esposo le ayudaron incondicionalmente, le guiaron poco a poco hasta que pudo aprender de memoria cada rescoldo de su casa. A partir de allí, vivió sin afectar ningún aspecto de su vida. Aunque sus hijos le insistían que abandonara la casa, y que se podían encargar de ella, ella se negaba alegando que Roberto; tan dulce como siempre, le estaba ayudando en todo y que nada le faltaba. Ante tanta convicción y terquedad, sus hijos no tuvieron más remedio que rendirse y elegir visitarla a diario para verificar que todo estuviera bien.

Roberto no la abandonaba jamás, le guiaba mientras ella intentaba encargarse de las pequeñas labores de casa, le hablaba para hacerle compañía, compartía el baño diario para mimarla, la acariciaba y algunas veces, inclusive, la llevaba a pasear por la orilla de la playa, donde en su juventud le declaro su amor eterno. Jacinta estaba feliz, dentro de aquella desgracia que cambio su vida, y nunca culpo a su marido por lo ocurrido, pero noto que sus hijos, siempre que iban a casa, le ignoraban y evitaban a toda costa hablar o dirigirse a su padre. Ella trato de que hicieran las pases, pero siempre le pareció que la evitaban y cambiaban el tema.

Rigurosamente Jacinta iba a los chequeos médicos, acompañada de su Roberto y sus hijos, miles de veces debió de escuchar que debía resignarse y que tenia que aceptar lo que Dios había dispuesto, hasta que un día su medico le dio la maravillosa noticia de que con una simple operación podría recuperar la vista y proseguir con su vida anterior. Programaron la intervención para el día siguiente. La pobre Jacinta iba la mar de contenta de vuelta a casa, sus hijos manifestaban lo felices que estaban por aquel cambio del destino pero Roberto no hablo, y ya cuando se disponían a dormir, la beso suavemente en los labios y le dijo:

-¡Estoy feliz por ti! ¡Recuperaras la vista cielo! ¡Ya no me necesitaras más!

Ella se rió a carcajadas y le contesto ¡Que dices necio! ¡Jamás dejare de necesitar de tu amor!

¡Jacinta cariño, solo he estado aquí para enmendar mi error de alguna manera! ¡Para acompañarte durante esta oscuridad! Cuando recuperes la vista, mi misión habrá terminado! Podré irme en paz.

- Roberto, ya duérmete! Me tienes loca con tanta tontería.

Cuando Jacinta despertó de la operación y abrió los ojos, se encontró con sus hijos amados, cada uno con una sonrisa y un inmenso deseo de su respuesta…

-¡Puedo ver tesoros! ¡Puedo ver!... Todos estallaron en júbilo y se abrazaron con fuerza, a lo que ella pregunto

-¿Dónde esta mi Roberto? ¿Quiero ver lo viejo que se ha puesto? Grito con fuerza.

- ! Para ya mama! ! No te das cuenta!!Nuestro padre ya no está con nosotros! ¡Nos ha dejado aquel día del accidente! ¡Ya no puedes seguir con esta fantasía tuya!

Jacinta no hablo, una pequeña lágrima se deslizo por su mejilla, hiriendo en camino a su viejo corazón. Comprendió finalmente todos aquellos vacíos, aquellos hechos inexplicables que ignoro durante estos 3 años y sobretodo, aquella conversación de la noche anterior, donde Roberto se despedía. En un gesto de desesperación cerro sus ojos, volviéndose a la oscuridad de hace unas horas, tratando de encontrar a Roberto en ella, y fue allí en un segundo donde sintió una pequeña caricia, que recogía aquella lagrima con un dedo. Fue entonces cuando ella sonrió diciendo:

¡Adiós cariño!

sábado, 24 de mayo de 2008

Principio de incertidumbre

La delgada y dulce Kithara apenas había empujado la puerta cuando se descubrió sorprendida por una imagen tridimensional que tardó en reconocer. “No todo tiempo pasado fue mejor…”. Éste fue el mensaje que pronunció el avatar del padre de McYourself, justo después de que ella entrara en el despacho. Al percatarse de que era tan sólo una antigua reproducción holográfica del fundador de Ensimisma, continuó en la búsqueda de aquellos archivos secretos encriptados, sin titubear. Kithara Compendium era perfecta para este tipo de tareas, era rápida, silenciosa y si querías saber algo debías contactarla a ella porque contaba con los medios más efectivos para la consulta de información.

Ensimisma es un gran edificio que alberga casi la totalidad del conocimiento del que dispone la humanidad. Gracias a esto las personas comunes ya no tienen que estudiar tanta información inútil como antaño. Ahora acceden a los datos mediante un dispositivo muy sencillo y de fácil manejo llamado Passover, que fue creado por Sir Arthur, un hombre de negocios e inventor cibernético. Passover es una pequeña esfera que se puede abrazar con una sola mano y hace las veces de control para la visualización y manejo de la interface que se conecta a Ensimisma. El acceso es instantáneo y automático y se realiza mediante una compleja red de comunicaciones que permite interactuar con los datos que están guardados y centralizados en el viejo edificio. Cada cerebro humano, cada persona recibe un implante al nacer que le proporciona un nexo con Ensimisma y, a través de ella, con todo el conocimiento del mundo. Este ambicioso sistema fue implementado a través de una política mundial aprobada por todas las naciones, desarrolladas y no desarrolladas, en el año 2025 bajo el eslogan: “Ahora, todo se sabe”.

La bellísima Kithara tardó sólo unos segundos en encontrar lo que buscaba. Los archivos estaban ahora en su poder y esto le permitiría poner la información al alcance de cualquiera. Si esto sucediera iba a suponer un cambio sustancial en la sociedad. Kithara sabía que no debía ser descubierta en el despacho y se dispuso a retirarse inmediatamente, pero cuando ya iba a abandonar el lugar la imagen de Sir Arthur se pronunció de nuevo: “Todo tiempo pasado fue mejor…”. Estuvo a punto de cerrar la puerta tras de sí pero el avatar continuó diciendo: “Esos archivos no deben salir de aquí”. Khitara se detuvo de golpe, aturdida y muy confusa. La voz era muy amable, muy segura, muy contundente. Revisó rápidamente el sistema y no encontró aviso de pérdida de información, ni señal de alarma de ningún cortafuego… sabía que no la habían descubierto.

El holograma continuó con su misiva y ahora era más claro. Era eso, sólo eso, un mensaje. “Por el tiempo que has mantenido la puerta abierta con los archivos en tu mano, puedo saber que no te has ido y que quieres escucharme”. Kithara lo sabía todo o mejor dicho casi todo, estaba claro, y escuchaba atenta pero todavía no quería cerrar la puerta. Sir Arthur continuó… “Anda, cierra la puerta y devuelve esos archivos a su sitio”. Kithara no podía dar fe a lo que escuchaba y no podía creer que una máquina tan antigua, como era ese holograma, lograra mantenerla impasible y cautiva en el umbral de la puerta, sin moverse. “… Anda confía en mí, estoy seguro de que querrás quedarte y escuchar lo que tengo que decirte”, pronunció muy seguro el holograma. Kithara, vacilante, cerró la puerta y se sentó en aquella silla que estaba justo en frente de la imagen de Sir Arthur, no sin antes revisar el sistema de alarmas nuevamente y los mensajes en clave del edificio y la ciudad. “Maravilloso, ahora estamos progresando. Como puedes ver, soy el avatar de Sir Arthur y estoy seguro de no conocerte, pues si estás escuchando mi imagen, ya he dejado este mundo físico y sólo permanecen mis creaciones, creaciones como ésta”. Mientras Kithara buscaba toda forma irregular de comunicación en el sistema, para no ser descubierta sin autorización en el despacho del propio hijo de Sir Arthur, el misterioso mensajero continuaba diciendo: “Sin embargo, no soy descortés y los buenos modales no son asunto que deba pasar de moda, ¿cuál es tu nombre?”. Kithara se quedó en silencio pensando en qué clase de sistema era ese y si debía pronunciarlo. “Anda chiquilla dame tu nombre, no temas, confía en mí”.

Se revolvió en su silla, sin saber cómo había averiguado que era una mujer pero de inmediato lo descubrió. El peso de su cuerpo y su contextura le permitían detectarlo mientras estuviera sentada en esa silla. “Dime cómo te llamas, no seas descortés, dame esperanzas de que el mundo ahora es mejor y la gente se entiende y resuelve sus diferencias conversando civilizadamente”. Kithara se sintió motivada a pronunciar su nombre y dijo: “Soy Kithara, mucho gusto Sir Arthur”. “Muy bien Kithara, encantado de conocerte y ahora que ya sabemos quienes somos, para poder seguir hablando, debo pedirte un favor. Quiero que dejes esos archivos que tienes en tu mano justo donde estaban”, dijo Sir Arthur con voz serena y cortés, pero demandante y rotunda. Kithara contestó: “Lo siento mucho Señor, pero estos archivos han sido solicitados por un usuario de la red y aunque Ensimisma desconocía su presencia no puedo negarme a entregárselos. Éste es mi trabajo y la razón de mi existencia”. El mensajero holográfico de Sir Artur dijo en tono muy suave y compasivo “…para continuar nuestra conversación y escuchar lo que tengo que decirte debes dejar los archivos en su sitio. Te invito amablemente a ponerlos allí y a que me escuches con atención”.

Khitara revisó el sistema por completo una vez más y ahora estaba segura, sabía que esta disertación era el protocolo correcto, que debía mantener el diálogo abierto con él… pero sentía que estaba tardando mucho en dar respuesta a su cliente y que su prestigio como la mejor y más rápida estaba ahora en entredicho. El comprador le había advertido lo difícil que podría llegar a ser el trabajo pero nunca imaginó que se enfrentaría a una situación tan absurda como ésta. Se percibía a sí misma como la mujer más eficaz en la búsqueda, codificación y administración de información. Había trabajado toda su vida para Ensimisma y no podía concebir que una artimaña antigua y caduca de un viejo loco, la dejara sin los archivos que tenía en las manos. Por otro lado, quería saber qué deseaba contarle este paradójico mensajero…

Kithara se levantó de la silla, colocó cuidadosamente los archivos en su lugar y regresó, pero se quedó de pie junto a la silla. Sir Arthur dijo alegremente: “Eres fantástica, todos los demás que han intentado llevarse esta información se han resistido a devolverla durante mucho más tiempo que tú y no me han permitido continuar con la conversación. Te ruego que te sientes de nuevo y escuches, pero antes que nada quiero agradecer tu amabilidad y disposición al diálogo”. Kithara se sentó y repuso: “Espero que lo que tenga que contarme sea tan importante como lo es para usted el secreto de esa información. De lo contrario me iré sin más y con sus archivos en mi poder”. “Espero no defraudarte” dijo el mensajero y prosiguió.

“Soy el avatar de Sir Arthur y he estado aquí desde hace mucho tiempo, en este espacio, resguardando el secreto de estos archivos. He sido diseñado cuidadosamente para no perder el legado vital de la existencia humana, la capacidad de sorpresa, la necesidad de conocimiento, el manejo de la incertidumbre, el diálogo, la conversación, el intercambio y muchas otras cosas que Ensimisma no proporciona. Represento el deseo inalcanzable de los hombres, aquello que escapa a su conocimiento y mantiene la incertidumbre del destino, aquello que aviva la esperanza… tú, no eres más que una herramienta de los hombres para encontrarme, para discutir conmigo, para persuadirme e intentar develar el secreto, lo prohibido, lo inaccesible. Siento mucho que descubras tu verdadera función en el sistema. Eres una réplica mejorada de las ya viejas y caducadas herramientas de codificación, administración y búsqueda de datos. Siento mucho no poder entregarte exactamente lo que buscas. Talvez te conformes con saber que no eres humana, que no eres aquello que creías, que has sido engañada por tus creadores para tratar de encontrar y acceder a la información de Ensimisma sin prejuicios… y, sin embargo, lo has hecho mucho mejor que otros… otros que no se han detenido en su intento de saberlo todo. Gracias por tu tiempo, por tu presencia y por sentarte a conversar conmigo hasta que decidas irte”.

Mientras la creación de Sir Arthur continuaba su discurso, Kithara intentó levantarse pero su voluntad estaba rota, su destino condicionado y su existencia perdida en un sinsentido. Quiso hablar pero no pudo. No había palabra que saliera de su boca. Trató de recobrar toda la información que había pasado por ella y se sumergió en el sistema en un último gesto por retomar el control, pero ya no encontró referencia alguna de sí misma. Se quedó allí sentada sobre la silla, inmóvil, con la vista al frente como escuchando, como viendo pero perdida y desapercibida. Sus ojos sin brillo y su cuerpo estático sufrieron un espasmo, luego otro, otro más y un corto e intenso instante de luz. Sir Arthur se quedó en silencio de inmediato.

Para Ensimisma, Kithara Compendium había desaparecido del sistema 11 minutos antes... no era un error. Ensimisma sabía exactamente dónde estaba y, al mismo tiempo, a qué velocidad se movía cada uno de sus individuos. Kithara se convirtió en una distorsión para el sistema. ¿Dónde está algo que desaparece? en el único lugar en donde el sistema no tiene control. En el fondo no hay posibilidad de encontrarla, su posición está indeterminada. Ella es indeterminación.

¿Lo mejor?

Eres la mejor, y no lo sabes, pero ¡sí!

jose?
2008-05-24