miércoles, 24 de febrero de 2010

Dios Todo Lo Ve


En aquella época mis padres tironeaban de mí, como en muchos casos de niños cuando sus progenitores se han divorciado.
El día que descubrí la verdad sobre la sociedad en que vivo era domingo y estaba con mi madre.
-Venga vístete o llegaremos tarde a la iglesia.- me dijo intentando ser paciente. A los dos minutos estaba terminando de vestirme en el asiento de atrás mientras ella maldecía a cada coche que se le cruzaba por el camino. El reverendo Martinez Salvá estaba como siempre parado en la entrada con su túnica negra, su barba rubia, su cara bondadosa y sus gafas sonriéndole a todo el mundo. “Buenos días Mónica, veo que ha venido con su retoño” dijo despeinándome con una caricia, por lo bajo me soltó, “como hoy no te comportes terminas de nuevo sentado con las hermanas gordas de la semana pasada en el oratorio”. La misa avanzaba mientras nos hablaba a todos de lo bonito que era ser bueno con nuestro prójimo y de cómo Jesús había estado cantidad de tiempo en el desierto, había cargado una cruz, lo habían clavado a la cruz, había resucitado y caminado sobre el agua. Ese tío era un jodido super héroe, aunque con todos sus poderes nunca entendí por qué no aplastó a los romanos y salió volando con su madre virgen bajo un brazo y sus doce apóstoles en la espalda. Mi madre no estuvo muy de acuerdo con mi comentario, y tras darme un golpe en la nuca me exigió que me ponga de rodillas como hacía todo el mundo, mientras el sacerdote levantaba la copa de oro y se mandaba varios tragos de vino. Lo que menos soportaba de ese sitio era el coro que dirigía la mujer de pelo anaranjado, siempre desafinaban y cantaban las mismas canciones, en ese momento tocaba “den al señor sus alabanzas, denle poder honor y gloria, a una voz, canten un himno al señor”.
Yo no podía comer el pan mojado en vino, que en realidad era un pedazo de cuerpo del super héroe, porque aún no tenía hecha la comunión.
Ese día nos contó el padre Salvá que Jesús sabía que lo iban a traicionar, ese tipo Judas se había vendido a los malos, pero que Cristo le perdonaría y que por él y todos nosotros se iba a dejar clavar a una cruz como un cuadro a la pared. Tenía dos cojones ese tal Jesús.
Al salir de misa el padre Martinez Salvá me llamó a hablar con él y me preguntó nuevamente que si me apetecía tomar la comunión ¡¡joder y si me apetecía!!, tras las amenazas de mi madre de quitarme la play si no lo hacía, incluso me dajaba clavar a una cruz también. Respondí que sí con una sonrisa y al viernes siguiente estaba metido en un grupo de catequesis cuya profesora se escandalizaba frente a todas y cada una de mis preguntas. Tiempos difíciles para un curioso. O sea que tras conocer en clases de religión que Dios me observaba todo el tiempo, en todas partes, que era invisible y que me juzgaría, salí acojonadísimo y me fui a casa de mi padre que vivía muy cerca.
Mi padre, en cambio, seguía otro tipo de religión, al menos eran más enrollados y tenían espectáculos molones en escena. Ibamos a la Iglesia evangelista brasileña “Cristo Vive”, aquí el panorama era diferente, y también me tocaba ir los domingos, sólo que los domingos que no estaba con mi madre. Pensando en todo aquello pasé el viernes y el sábado, además de que ese día fuimos a visitar a mis tías, que me hicieron comer como si no existiese un mañana mientras me hacían todo tipo de preguntan sobre mi madre, al tiempo que la criticaban tratando de ser sutiles, hasta que al fin mi padre dijo que nos íbamos a casa. Mis tías eran agnósticas, y cuando le pregunté en casa a mi padre qué significaba eso me dijo:- que irán al infierno por no creer en nuestro señor.- Con lo cual me acojoné más y pensé que en ese momento el tío invisible me estaba mirando, y de que seguramente se había dado cuenta del pedo que me había rajado, joder con lo cotilla que era éste tío.
Lo mejor llegó el domingo cuando fuimos a la iglesia “Cristo Vive”. El pastor Sebastián estaba en un escenario tope de luminoso mientras el coro excitadísimo cantaba en portugués moviendo el culo y las manos como si estuviesen en carnaval, era genial. En el lugar había muchísima gente que levantaba las manos y el pastor casi siempre escogía personas ancianas, enfermas o con discapacidades físicas para que suban junto a él, a pesar de que siempre levanté la mano nunca tuve tanta suerte. Esta vez eligió a un hombre en silla de ruedas, jo macho, que fuerte me pareció lo que sucedió después, el padre Sebastián comenzó a preguntarle a voces:- ¡¿puedes curarte???!- a lo que el paralítico respondía:- ¡Puedo!- Luego el pastor al público:- ¡Con el amor de Cristo podrá!- La gente enloquecía tras repetir dos o tres veces ésta situación. Lo chungo fue cuando le quitaron la silla de ruedas, el hombre cayó al suelo como una bolsa de patatas, a su vez todos gritaban a voces “Cristo ayúdale, Cristo cúrale” y el pastor Sebastián le cogía la cabeza y con los ojos cerrados empujaba hacia adelante y atrás con las dos manos como meneándole las ideas. Tras unos minutos de yacer en el suelo temblando mientras todos gritaban el hombre se levantó haciendo que todos griten aún más y el coro enloquezca. Mi padre movía todo su cuerpo histérico, y parecía que cada uno de sus miembros tuviese vida propia moviéndose hacia donde más le apetecía. Joder si era poderoso ese tal Cristo. Decidí entonces no decir más joder, no vaya a ser que su padre invisible me estuviese mirando en ese momento.
Al llegar a casa de mi madre tras tan brutal fin de semana encontré en el sofá un culo blanco y peludo que parecía pertenecer a un tío, pero de él no veía más que eso y las piernas de quien parecía ser mi madre en sus hombros, además de que entre sus tetas había un tío más, cual fue mi sorpresa al cerrar la puerta que el tío del culo blanco y peludo era el sacerdote Martínez, que se puso más pálido que de costumbre al verme. En cinco minutos todos estaban vestidos y en la mesa junto a mí, resulta ser que el tío que tenía la cara en las tetas de mi madre era nada menos que uno de los monaguillos, me explicaron que lo sucedido no tenía importancia y que a veces la gente se equivocaba, y que ellos evidentemente habían sido tentados por satanás. Tras ésto me enviaron a mi habitación.
Pasó la semana y yo iba cada vez más veces a clase de catequesis, el ángel de la guarda, que me cuidaría en teoría, también iba pegado a mí observándome, hay que joderse porque era un enviado del tío invisible, estaba chunga la cosa para liarla: Dios tenía espías y todos eran invisibles como él. Controlaban todo, que cumpla los 10 mandamientos, que no comenta pecados, que haga caso a mi madre, que rece, que me disculpe ante ellos... sí, habría que ir con cuidado porque sino al infierno de una, sin más.
Una semana después me encuentro al tío paralítico de la iglesia de mi padre pidiendo limosna a la salida de mi escuela, estaba ciego, hay que ver la que le cayó por dejar la silla de ruedas, a ver si había suerte y el pastor Sebastián lo curaba de nuevo, aunque visto lo visto igual no le convenía. Cuando volvimos a la iglesia “Cristo vive” el pastor explicó con un sobre en la mano que debían poner su aportación a Dios dentro y que su plegaria llegaría al cielo. Básicamente era más rápida y efectiva la solución cuanto más alta la aportación, parecía justo. Pero cuando mi padre dijo que no quería aportar porque ya no tenía dinero, la iglesia, el pastor y el coro incluido lo invitaron a retirarse. Así mi padre los mandó a la mierda y se tiró al alcohol.
Unos nueve meses después mi madre tuvo un hijo que provocó bastante escándalo mediático, además de la expulsión del padre Martinez Salvá de la santa iglesia católica apostólica romana.
A día de hoy voy con algo de cuidado por si es cierto que el tío invisible me sigue observando, y todavía no entiendo como éste súper héroe llamado Cristo puede tener tantas sucursales y una iglesia con el nombre de los romanos que son quienes lo asesinaron. A ver si al final es verdad que el infierno está en la tierra como dice mi profesor de literatura cada vez que se cabrea por algo. Al menos dejé de seguir yendo a clases de catequesis y pude volver practicar fútbol los viernes.

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