miércoles, 18 de agosto de 2010

LORD DAVIES

Fink Davies es un personaje curioso. De Earl Shilton, una pequeña población de la campiña inglesa, nació en el seno de una familia de granjeros el 28 de diciembre de 1945, justo después de la guerra. Su localidad no se vió afectada negativamente por la guerra, en todo caso había crecido económicamente gracias a la abundancia de alimentos que ahí había y la gran demanda y altos precios que había en los mercados negros Londinenses. La familia Davies, cuando acabó la guerra, era desorbitadamente rica. Pero de tradición austera y simple nunca ostentaron de tener mucho y se dedicaron a criar a su hijo, Fink, y a vivir cómodamente. Fink ya era lo opuesto a sus padres de niño. Quizás demasiado mimado por ellos, quiso ser el protagonista del pueblo desde el día cero aplaudiéndose a sí mismo nada más salir del útero de su madre.

Comenzó a escribir de muy joven únicamente porque los demás niños solo se dedicaban a dibujar y Fink quería destacar sobre los demás. Pronto ganó su primer concurso literario, a los siete años con esta poesía:

El hombre negro es esclavo,

trabaja para el hombre blanco,

porque el negro es más bravo

y el blanco parece manco.

El negro no se lava,

solo cava,

más profundo,

su camino al otro mundo.

El blanco engorda y mira,

con tremenda tiranía

como el negro va muriendo

mientras él sigue comiendo.

La poesía hablaba sobre las duras condiciones de vida de el minero, el hombre negro cubierto de hollín, frente a su patrón en su condado, el hombre blanco limpio y obeso. Fink se sentía muy sensibilizado por esa gente triste y sucia y le daba rabia que sus jefes ( amigos de sus padres que venían a menudo a comer a casa), que no daban palo al agua, se ponían gordos a su costa. La poesía hizo al pequeño Fink muy famoso en el pueblo y en los ambientes obreros de todo el país. La poesía en sí fue muy utilizada en la época como propaganda para los sindicatos mineros. Curioso comienzo para un niño que en la adolescencia ya no se caracterizaría por su espíritu obrero y social si no más bien por todo lo contrario. Sus padres llevaban ya enfermos varios años. Fink Davies les relevó con tan solo 17 años en su labor de administradores de la gran riqueza familiar. Riqueza que el joven Fink hasta entonces no sabía que poseían. No tardo ni un més en empezar la construcción de una mansión. Compro un coche de lujo, caballos árabes. Las mejores escopetas y perros para salir de caza. Contrató criados de primera linea y se hizo diseñar un gran jardín de espectacular belleza. Sus padres murieron justo el día que se mudaron a la nueva mansión, cuando Fink tenía veinte años. Fue apodado Lord Davies popularmente por sus conexiones con la nobleza y familia Real inglesa. En estos escasos tres años había convertido su vida en un gran ritual de ostentación y excentricidad. El Dalí de los Midlands, le decían algunos por sus rarezas y apariciones extrañas en televisión o las pomposas fiestas que celebraba en su mansión de Earl Shilton.

Nunca dejó de escribir. Él decía que era su gran pasión. Pero ahora se dedicaba a fantasear con cazas del zorro mágicas, monterías sobre tanques, grandes partidos de tenis submarino y cosas similares. Sus opositores, primordialmente los mineros de todo el país, pasaron de amarle a odiarle por haber cambiado su postura de semejante manera, hicieron lo posible desde ese momento para ridiculizarle. Publicaron y distribuyeron copias de un escrito que Lord Davies había creado en su infancia.


Su sabor me recuerda al del chicle. Al chicle que siempre tira envuelto en un papelito a la papelera la señora Pickles cuando entra en clase. Todos sabemos que es porque se fuma un cigarrillo antes de cada clase y le huele el aliento a tabaco y se cree que con el chicle lo disimula. El olor de su aliento solo cambia. A mi me recuerda un poco al olor del aliento de la abuela, que le decía al abuelo que no fumaba y lo disimulaba con esos mismos chicles de fresa. El olor no es ni de tabaco ni de la fresa. Más bien el de un estofado de cerdo. Y a mi me encanta el estofado de cerdo. Me pregunté a que sabría un chicle de estofado de cerdo. Un día me quedé en clase el último y cuando nadie miraba saqué la bolita de papel de la papelera y la abrí. Tenía la forma de una cagada de paloma. Me lo metí en la boca. Estaba frío y duro pero mezclándolo bien con mucha saliva y mordiendo con fuerza acabó por ablandarse y a liberar los jugos de ese gran sabor, el estofado de cerdo. Desde entonces estoy adicto a esos chicles y tengo muchísimas ganas de ser mayor y poder fumar para experimentar con nuevos y deliciosos sabores. Mientras tanto he descubierto otro nuevo sabor. Bueno en realidad no, ya he dicho que su sabor me recuerda a los chicles de la señora Pickles. Gracias al Reverendo Sam, me ha enseñado que mis obligaciones ante Dios no solo han de ser cosas malas o aburridas. Esta semana ha sido la primera vez pero dice que si quiero lo podemos hacer todas las semanas. No se lo puedo contar a nadie, es entre Dios, él y yo. Chuparle el pito me gusta por el sabor. El del estofado de cerdo. Pero no sé cuánto durará el sabor. En los chicles solo dura un rato. Está claro que el sabor de la pilila del reverendo se acabará agotando. No puedo hacer la prueba conmigo porque no llego. Quizás cuando se le agote el sabor puedo preguntarle a Steve Atkins que me deje probar el suyo. Este sabor crea adicción. Quizás el té y el café saben a lo mismo y por eso lo toman tanto los adultos. Es posible.

Pero hay una cosa que no me gusta del sabor del pito del reverendo. Me recuerda a cuando Steve Atkins trajo un pastel de chocolate al cole por su cumple y me dio a probar. “¡Sabe a mierda!” , le dije. El me contestó, “¿Cómo lo sabes si no has probado la mierda?”. Entonces la probé. Y yo tenía razón, sabía a mierda. Y a eso me recuerda un poquito el pito del Reverendo Sam, sobre todo en el sabor que te deja después.


Lord Davies 1955.


Con su publicación no consiguieron más que hacerle más famoso y excéntrico. Después de su publicación se limitó a decir que escribía lo que hacía su amigo Steve Atkins, “un maricón sin solución”, le llamó.

Ha publicado varias novelas, entre ellas Como cazar un venado con un tanque (su primera novela), Wimbledon bajo el mar, campeones y calamares (que ganó el premio de mejor novela de ciencia ficción de Inglaterra 1960), Los zorros, las hadas y otros monstruos del bosque (cuento fantastico sobre la caza del zorro), El canto de la matanza (homenaje al estofado de cerdo) y Criquet para cazadores ( una novela en el que los jugadores de criquet no solo llevan bates si no también rifles y escopetas).

Actualmente sigue vivo junto a su diva Maggie Porkins, Porky, como le llama él y sus setenta criados en su mansión de Earl Shilton. En la vejez no ha perdido su excentricidad. Sigue escribiendo y haciendo actos en favor de la caza del zorro y la iglesia cristiana a la que siempre amó y demostró su fe y devoción, sabores aparte.


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