miércoles, 15 de abril de 2009

LA DAGA


Finalmente la tengo en mis manos. No puedo contar lo mucho que significa para mi. Lo mucho que ha costado tenerla en mi poder. El precio tan alto. Esta daga es la misma que utilizó mi padre para callar a Armand. Y no me refiero a matarle, ese cabrón sigue vivo. Le silenció para siempre. Le cortó las cuerdas vocales. Mi padre siempre tuvo un sentido de la justicia muy distinto al mío. Supongo que por eso se hizo policía. Supongo que también fue lo que le mató, yo no soy el culpable. Armand no podía hablar pero seguía teniendo la capacidad de asesinar. Degolló a mi padre con la misma daga que le había silenciado a él. Yo no le habría cortado las cuerdas vocales a Armand. Yo le habría matado, no habría tomado riesgos. Y es que papá , dejarle con vida fue tu error, no deberías haber renunciado a lo que eres. Yo lo acepto, como lo aceptó el abuelo, tu padre, y tu abuelo también y el abuelo de tu abuelo. Venimos de África y África nos dio un rol. Y para cumplir nuestro rol África nos dio una daga. La justicia que se nos han impuesto, desde los captores de nuestros antepasados esclavos que los trajeron a esta isla hasta los blancos colonialistas, es toda una serie de normas inmorales que África niega. Nosotros somos la justicia papá, ese es nuestro rol.
A mi abuelo lo sorprendieron cuando le clavaba la daga en el corazón a una persona atada y despierta (África nos enseñó el ritual). De nada le sirvió que la persona al que le atravesara el corazón fuera un violador y asesino temido desde hacía años en la comarca, le condenaron a colgar del cuello cinco días después. Este hecho fue el que convenció a papá a unirse a la policía, para intentar cambiar algo. Yo siempre he creído que fue cobardía, no tenía las agallas de matar. Había traicionado a nuestra familia, a mi, y peor, a África. Yo en cambio, tomé las riendas de quién soy, yo no reniego de mi rol en esta vida. Papá me intentó persuadir recordándome como colgaron como a un perro al abuelo por ser lo que yo quería ser. Solo consiguió alentarme más en mi cometido.
Cécil. Borracho, ladrón, asesino. Mató a una pareja de ancianos para robarles dinero para seguir bebiendo. Andaba libre. Fue mi primera victima. Seguí el ritual del abuelo. Le dejé inconsciente por medio de estrangulación. Le até a un poste de madera. Cuando despertó, y solo cuando despertó, le clavé un cuchillo en el corazón. Después vino Damien, luego Emile, luego Florien. Pero algo no funcionaba como debía. La justicia se impartía pero yo me sentía mal. Mal por matar. Algo faltaba. Fui a pedir consejo a la única persona a la que podía acudir, papá. Fui a la comisaría y se lo conté todo. El se horrorizó de tal manera que le hizo vomitar. Me echó de la comisaría. Pero aquella noche me llamó y fui a su casa para hablar.
“ Es la daga hijo. Tu problema es la daga. África nos dio una daga para cumplir nuestro cometido. Solo con ella se puede impartir justicia de verdad. A tu abuelo le detuvieron y se la quitaron para pruebas en el juicio. A tu abuelo lo mataron hace ya quince años, supongo que nadie echará de menos esto de la sala de pruebas”. Cogió una bolsa de plástico de la cual sacó la daga. La sujeté por primera vez. Sentí una tremenda energía, un escalofrío me recorrió toda la espalda, un bienestar absoluto, paz… justicia. No había duda, papá tenía razón, era la daga. “Un policía solo es un civil jugando a ser poli sin su placa. La daga. Solo se hará justicia con ella, así lo dictó África. Continúa con nuestro cometido hijo, haré lo posible para que la policía no se intrometa, siento ser una deshonra para ti pero tengo mis razones, también amo África, ¿sabes?”. Sus palabras me conmovían pero a la vez me daba lástima. Supongo que así era como quería arreglar su traición. Pobre hombre.
Y un hombre me había seguido y estaba al acecho. Resulta que Armand, viejo amigo de Florien, mi último ajusticiado, también ladrón, también asesino, escuchaba toda nuestra conversación desde la ventana de la cabaña. Me había seguido con la intención de vengar a su camarada criminal. Para mi suerte , igual que Florien, Armand era muy patoso y llamó nuestra atención antes de descargar todo el cartucho de su pistola hacia el interior de la cabaña. Papá el policía entró en acción cubriéndome de un salto. Me quitó la daga de las manos y salió corriendo a por él. Y le cogió.
Lo siguiente que pasó ya lo conocéis. Me sentí orgulloso de mi padre, claro que yo pensaba que lo había matado.
Mi padre me aceptaba y me protegía. Y me dio la daga para seguir adelante y honrar al abuelo.
Solo dos meses después me desapareció la daga de casa lo cual me supuso una gran tragedia. Pero la tragedia fue absoluta cuando descubrí a mi padre degollado en su casa cuando iba a contarle lo del robo. Mi vida cobró más sentido que nunca. Mi padre merecía justicia. Ví junto a su mano algo escrito con sangre, su propia sangre: Armand.
El cuerpo de policía le enterró con grandes honores. Supongo que había gente que le respetaba, y mucho, por dedicar su vida a su propia causa.
Yo supe bien lo que hacer. Armand, patoso Armand…
No fue difícil encontrarle. No fue difícil dejarle inconsciente. No fue difícil atarle. Y cuando despertó… le pregunté por la daga. Pocas palabras sacas de un mudo analfabeto, papá había hecho un buen trabajo para que no hablara nunca. Pero paciencia, intimidación, unos cuantos dedos seccionados y una minuciosa lectura de labios dieron sus frutos. Lo había vendido para conseguir drogas. A un grajero para esquilar a las ovejas. Me dio la dirección y antes de salir a por ella, le curé las heridas y le seccioné los labios para que no hablara nunca más, mejorando el buen trabajo de papá. Esto lo quería hacer bien, necesitaba que estuviera vivo y despierto, y necesitaba la daga.
Harmonie y Babtiste, humildes granjeros, buenas personas, escucharon lo que les tenía que contar. Comprendieron mi relato sobre la importantísima pieza de historia familiar con un valor sentimental incalculable, que habían robado de mi casa y sabía que ellos tenían en su poder. No mentí ni una sola vez. Me creyeron y decidieron vendérmela por una suma razonable.
Finalmente la tengo en mis manos. No puedo expresar lo mucho que significa para mi. Lo que significa para mi padre. Para mi abuelo. Para el resto de mis antepasados. Esto significa mucho para África. Ella nos hizo como somos, ella nos guía.
Armand, no te mueras aún, no tardaré mucho.


DGF





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