sábado, 1 de agosto de 2009

Danza versus papá

1. EL ENAMORAMIENTO
2. LA FELICIDAD
3. LA CRISIS
4. LA TRAICIÓN
5. EL ABANDONO


La pequeña L. tenía una cita cada día al salir de clase. Corría hacia su casa, (su madre no habría llegado todavía, y Mac, su perro, jugaría por el jardín), subía al vestidor, se quitaba la ropa y se ponía las mallas, el maillot y sus zapatillas blancas de media punta. Luego se iba a la sala que su madre, con tanto cariño, había acondicionado para sus prácticas diarias: una sala grande, con suelo de parquet y un gran espejo que ocuparía toda una pared con una barra circular de madera que le seguiría en su recorrido. Allí, la niña, sentiría lo que son las mariposas volar en su interior.
Como no le gustaba demasiado el trato con las personas, Estela, su profesora, iba dos días por semana a su casa para impartirle clases particulares.
Esta niña ha nacido realmente para la danza, la simbiosis es perfecta pensaba Estela mientras observaba el movimiento puro que emanaba del cuerpo convertido en fuego de la pequeña.
Una tarde, al finalizar la clase, Estela habló con Lintia.
Lintia, ¿sigues sin querer participar en torneos? Verás, tu nivel es realmente muy bueno, podrías tener grandes resultados.
No tengo ninguna necesidad de competir, le respondió la pequeña L. mientras se pasaba la toalla por su nuca empapada, ya hemos hablado de ello.
Pues no lo tomes como una competición, insistió, sólo muéstrale al mundo la belleza.
Lintia se quedó mirándola sin decir nada durante unos segundos, luego le dijo que lo pensaría y bajó a despedirla.
Mientras tomaba una ducha, decidió que accedería.
Dos días después, al finalizar la clase, se lo comunicó. Acordaron que la inscribiría en las competiciones nacionales, empezaban dentro de dos meses.
Durante ese tiempo, Lintia siguió con su encuentro con la danza, cada día. Esa era su droga, su vitamina, su razón para vivir. Cuando estaba en esa sala, sentía su corazón, un órgano que no percibía más que bailando. Transcurrieron los dos meses. La pequeña L., acompañada por su madre y su entrenadora, llegaron al estadio: un edificio enorme, atestado de coches y autobuses. Lintia lo observaba todo. Había mucha gente. Se fijó en otras bailarinas; conversaban apiladas por colores, según fuera su equipo. Al entrar, escuchó la voz de los comentaristas y le dio por reír, tomó agua, se despidió de su madre, que lo vería todo desde las gradas, y siguió a Estela hasta el lugar asignado para ellas.
Varias niñas ejecutaron sus ejercicios. Lintia era la última, como lo sería todas las veces que participaría en posteriores competiciones, y al fin, llegó su turno.
Cuando puso sus pies descalzos en la pista, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, una mezcla de ardiente emoción y extraña calma invadieron su interior. Sonrió, respiró, y cuando hizo la seña para indicar que estaba lista, sonó la primera nota del tema que había preparado, una composición de Wim Mertens, y, con ella, sus delicados y precisos movimientos envueltos de una pasión desenfrenada surgieron hasta el clímax final. Lintia realizó su ejercicio con una sensación de bienestar que jamás antes había experimentado, llegando a sentir una comunión con el universo como nunca antes experimentó.
Ganó el torneo, y ese solo sería el primer oro de muchos que le seguirían.
De repente, una niña tímida y solitaria, saltó a la fama, y con ella, el hecho de que se hizo “alguien” para personas que ella ni tan siquiera conocía. Su introversión se vio alterada: los periodistas, las llamadas telefónicas de los agentes, los equipos que querían tenerla, las personas que la reconocían, la observaban e incluso la paraban para pedirle autógrafos cuando caminaba por el parque con su perro... Todo esto afectaba a Lintia de manera negativa. Lars, un buen amigo de Estela, se convirtió en su agente, y muchas de las llamadas que recibía en su casa se las derivaron a él, lo cual fue un alivio, pero aún y así, el mundo seguía hablándole demasiado. Todo esto, junto al hecho de que se acercaban las Olimpiadas, provocó ansiedad y algo parecido a fobias en la niña. La presión se tornaba insoportable para alguien tan pequeño. Empezó a bajar bruscamente de peso. Sus horas de ensayo se multiplicaron, pero la paz que sentía al bailar, desapareció; en lugar de ello, apareció el peso de la responsabilidad. Empezó a ver un psiquiatra una vez por semana, éste le recetó unos ansiolíticos y, en algún período, tomó pastillas para dormir.
A solo una semana del torneo, su aspecto físico dejaba mucho que desear. Ensayaba y ensayaba pero su cuerpo, con frecuencia, no le respondía. Su madre la escuchaba a menudo llorar y gritar en la sala, pero tenía prohibida la entrada, así que solo podía quedarse acompañándola al otro lado de la puerta. Estaba también desesperada. Le dijo esa noche, durante la cena, que dejara el torneo. Lintia solo la miró, furiosa, dejó su plato casi sin tocar en la mesa y subió a encerrarse en su cuarto donde lloró hasta el amanecer.
Continuó practicando siempre que podía. En las últimas semanas dejó de asistir al colegio, los profesores no pusieron objeción.
Llegó el día. Diferentes niñas, representando a su país, hicieron sus ejercicios. Ella lo observaba todo, sola, desde un rincón; Estela estaba cercana, y su madre, junto a Lars, en las gradas. No quería hablar con nadie, que nada la distrajera. Estudiaba cada movimiento mientras tomaba agua continuamente. No pudo comer nada en todo el día a pesar de la insistencia de su profesora. Llegó el momento de Rusia, su única rival. Apenas parpadeaba. Hizo un ejercicio bastante bueno, debía reconocerlo, pero no perfecto. Llegó su turno. Al ponerse de pie, notó que sus piernas temblaron por sí solas, no tenía control. La observaban. Podía escuchar los rumores acerca de su estado: “Está demasiado delgada”. “Parece que vaya a caerse de un momento a otro…”. Sin embargo, logró sobreponerse, pisar firme y entrar en la pista donde recobraría la seguridad en sí misma. Se hizo una gran ovación. Respiró profundamente y volvió a sentir esa sensación que tanto anhelaba, la que sintió la primera vez que bailó en los nacionales. Sonó el primer compás y empezó a deslizarse como si cuerpo y materia fueran una sola cosa, la misma. Cada movimiento surgía como consecuencia del otro en un vaivén de una perfección absoluta. Crecía por dentro para derramarse por fuera. Terminó su magnífico ejercicio, respiró, miró en torno y sonrió, complacida; los aplausos no cesaban, la gente estaba de pie... Ella no podía salir de la pista, no por los aplausos, sino porque su cuerpo, no le respondía; empezó a verlo todo borroso, hasta el casi negro, y allí, cayó redonda al suelo. Cuando despertó estaba en un hospital. Su madre, Estela y Lars estaban a su lado.
¿Qué ha pasado?
Te has desmayado le dijo su madre mientras le acariciaba su largo pelo ceniza.
¿Pero... he ganado?
No.
¿Qué? gritó. Mi ejercicio ha sido el mejor, todo el mundo lo ha visto.
Sí, cariño, pero el jurado...
¿El jurado? Eso no es justo. ¿Se lo han dado a Rusia?
Sí.
No, no puede ser. Falló en el mortal. ¿Cómo han podido dárselo? Mi ejercicio estuvo perfecto, ¿no? Dime Estela dijo dirigiéndose a su profesora ¿No es así? ¿Cometí algún fallo?
No
¿Entonces, por qué el jurado se lo ha dado a Rusia? ¡Es injusto!
Bueno, verás, tu desmayo... Creo que lo han hecho por tu bien. Tu estado físico, han hablado de ello y... las pruebas de dopaje, han dado positivo.
¿Positivo? ¿Los tranquilizantes que me receta el psiquiatra?
¿Por mi bien? ¿Qué clase de bien? ¿De qué estamos hablando? Mi ejercicio fue el mejor. Lo vi, lo vi todo. Todos lo vieron. ¿Qué tienen que decir de mi estado? ¿Eso es lo que se valora en unas olimpiadas? ¡No!, no es justo...
Y volvió a perder el conocimiento. Cuando volvió en sí, los tres seguían ahí, aunque con ropa distinta; esta vez, el doctor también estaba.
¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? preguntó.
Dos días, contestó el doctor.
¿Cuándo podré irme a casa? Quiero irme a casa.
Lintia, podrás irte a casa pronto, estamos terminando con las pruebas.
¿Qué pruebas?
Aún no puedo decirte nada con exactitud, prefiero esperar a los resultados.
¡Va! Sólo he tenido un par de desmayos dijo Lintia restando importancia, únicamente tengo que comer algo, y me repondré, de hecho, tengo mucha hambre, creo que podría comerme un toro.
Esa es una buena señal dijo el doctor mientras le sonreía, voy a pedir que te traigan una suculenta comida.
El doctor salió de la habitación. La pequeña L. observó a sus tres fieles acompañantes, estaban tristes, sombríos.
Mamá, ¿has estado llorando?
Nadie decía nada.
¿Pero... qué pasa? ¿Por qué estáis tan callados? ¿Por qué tenéis esa cara? ¿No habéis dormido, o qué?
Nadie parecía poder responder. Nadie tenía valor. Sus ojos iban de unos a otros, del suelo a Lintia.
Mamá dijo Lintia, ¿qué ocurre?
Su madre rompió a llorar mientras se acercaba a cogerle su delicada mano.
Mamá, dime qué ocurre.
Pero la madre no podía pronunciar palabra, un enorme nudo en la garganta se lo impedía.
¿Estela? dijo dirigiéndose a su profesora.
Aún no se sabe nada del cierto Lintia.
¿Sobre qué? ¿Alguien puede decirme qué está pasando? dijo alterada.
Quizá no puedas volver a bailar dijo por fin Lars.
¿Qué? ¿Qué estás diciendo? ¿Es que os habéis vuelto locos?
Hay una especie de mancha en tu cabeza. Aún no saben del todo de qué se trata, prosiguió su agente, esperan los resultados de la biopsia.
El silencio ocupó la trágica habitación. Las lágrimas de Lintia empezaron a rodar. Lars salió de la sala. Estela se acercó a la ventana. La madre, que ya había pasado por esto con su marido, abrazó el cuerpo de Lintia. Lintia estaba rígida, con sus ojos negros clavados en el techo blanco.

Los resultados fueron positivos. Lintia no podría volver a bailar. En ese mismo instante, una parte de ella murió. Luego, fue muriendo día a día hasta pasar poco más de un año.

2 comentarios:

Cata....Ochoa... dijo...

hola soy catalina de Colombia, me gustaría trabajar con 2 de tus cuentos para hacer una serie de 6 ilustraciones...no encontré tu correo por ninguna parte entonces de dejo aquí el mensaje, te dejo mi correo para q estemos en contacto... muchas gracias

cataochag@hotmail.com

Laura B. Lara dijo...

Hola Catalina!
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Estaré encantada de ayudarte.
Laura