domingo, 25 de mayo de 2008

Regreso de Argelia

Mientras el barco se alejaba rápidamente del puerto de Argel, Adolfo contemplaba con tristeza aquella tierra donde había vivido los últimos ocho años, veían alejarse la costa de aquel país donde había llegado en busca de trabajo, escapando de la crisis y el desempleo que se habían extendido por Europa tras el desastre de 1929. El un buen maestro albañil que había participado en las obras de la Exposición de Barcelona no había tenido ningún problema en ser contratado por el gobierno colonial francés que en aquellos tiempo estaba empeñado en cambiarle la fisonomía a la vieja Argel, derruir sus viejos y decrépitos barrios y construir nuevos edificios a la mayor gloria de Francia. Sentía remordimientos por embarcar a toda su familia en aquella aventura de incierto final. Habían sido muy felices allí, el gobierno francés les había cedido terrenos para construirse una casa y él lo había hecho con sus propias manos, una hermosa casa de dos plantas con un patio trasero amplio donde su mujer cultivaba verduras y hortalizas, tenían gallinas y conejos y algún árbol frutal. Una hermosa parra cubría una parte del patio dando sombra casi siempre y unas uvas pequeñas pero muy dulces una vez al año. Se hallaban en un barrio que nació con la emigración en el que convivían gente de distintas procedencias, los había italianos, portugueses, franceses por descontado. El barrio estaba situado a las afueras de la ciudad, cerca de la costa de la cual les separaba unos bosques de pinos que acababan donde unas dunas escondían la vista del mar. Sus hijos habían disfrutado de la enseñanza pública francesa que era gratuita, y su relación con la gente autóctona siempre fue buena, nunca tuvo problemas, al contrario su mujer era muy respetada por los árabes que aún vivían en su gran mayoría sumergidos en la ignorancia y la superstición. Ella que era una mujer que venía del campo, tenía soluciones para todo, igual podía ayudar a parir a una embarazada que aliviar una fiebre con la simple administración de una aspirina. Eso la convirtió en alguien muy querido a quien siempre se invitaba a cualquier fiesta o celebración. No podía olvidar el día que nació su hijo pequeño, su casa se convirtió en una especie de portal de Belen donde la gente acudía para ver al niño y traían regalos que iban desde una gallina a pasteles, telas, etc.. Todo había sido perfecto hasta que le llegaron noticias de lo que estaba sucediendo en España, del golpe de estado contra el gobierno republicano y de la guerra civil que se había iniciado. Su vida cambió por completo, la ansiedad se apoderó de él, pasaba las noches agarrado con otros compatriotas a un aparato de radio que les contaba no siempre con claridad como estaba la situación y como se desarrollaba la guerra. El que era un hombre de profundas convicciones se sentía como si estuviera traicionando a su causa. No podía estar allí tan tranquilo cuando al otro lado del mar el fascismo estaba destruyendo aquello con lo que tanto habían soñado, el y otros miles de compatriotas a quienes aquella monarquía corrupta y decadente había forzado a buscar otros mundos donde poder vivir con dignidad. No estaba en España cuando se proclamó la República, pero recordaba la celebración que organizaron los españoles que allí vivían, así como camaradas franceses e italianos, también emigrantes. No hubo día que no siguiera por radio o por la prensa escrita los avatares a que estuvo sometido el Régimen republicano en su breve vida, y ahora llegados a un punto en el que peligraba su existencia, no podía quedarse al margen, si lo hacía no se lo perdonaría jamás. Había hablado con su mujer, le había dicho que se iría el solo y volvería cuando las cosas estuvieran mas claras. Ella su opuso tajantemente, no estaba dispuesta a quedarse sola con los niños y con la duda de si lo volvería a ver. Que haría ella allí sola, si el no podía volver, eran una familia y juntos habían llegado y juntos se iban a marchar.
Vendieron la casa con facilidad, un vecino árabe se la compró y se la pagó bien, era un buen amigo que se entristeció mucho al saber que marchaban. Cuando ya camino del puerto cerró la puerta de su casa por última vez no pudo contener unas lagrimas que se le acumularon en los ojos. No quería que sus hijos le vieran llorar, les había contado que iban a pasar un tiempo para ver a sus abuelos, que volverían pronto. Los niños olvidan pronto se decía a si mismo y no quería hacerles mas difícil la marcha. Su mujer mantuvo la compostura, vio como cogía unas hojas de la parra que por aquella época estaba florida y llena de racimos de uva, y se la guardaba en el bolsillo de su falda. Carlo, su vecino italiano les acompañó en su camión hasta el puerto. Cuando se alejaban ya del barrio y antes de girar hacía la carretera que llevaba a la costa, giró la cabeza para darle una última mirada a su hogar, sabía que no volvería nunca mas a verlo.
Se quedo allá en la cubierta hasta que la costa de África desapareció de su vista, entonces se dirigió hacia donde se encontraba su familia, sin duda no eran del todo conscientes que se encaminaban hacia un destino que arrastraría a centenares de miles de personas a años de penurias y tragedia, nadie era capaz de imaginar que aquella guerra sería el inicio de una catástrofe humana de proporciones inimaginables. Cuando desembarcasen en el puerto de Port Bou desaparecerían dentro de la vorágine a la que los fanatismos políticos e ideológicos iban a llevar a millones de personas.

2 comentarios:

Maite dijo...

Carai, qué historia más triste. Yo, desde luego, opto por salvar mi vida antes que cumplir con lo que se supone que tengo que cumplir. Soy todo lo contrario a William Wallace XD

Me ha encantado el relato!

David Finch dijo...

Una clasica historia de repatriación en tiempos de guerra y partición de familias.A mi criterio necesitarias por lo menos diez páginas más para expresar todo lo que quisieras ya que en tan poco espacio la forma de razonar del protagonista pierde verosimilitud a la hora de:volver a españa,abandonar argelia y,sobre todo,a sus hijos...
Este es un brigadista internacional-nacional!