martes, 17 de junio de 2008

El último adiós

Mentirosa, falsa, mala y cruel. He tardado en descubrirlo pero finalmente lo he hecho. Todo este tiempo he vivido sumido en un engaño, en una mentira, en una historia que no era real y, aunque ahora sea tarde, prefiero haber conocido a la verdadera Miranda y no a ese espejismo que creía que eras. Ahora que estamos aquí, separados pero frente a frente, siento que aún no es tarde. Quiero que sepas lo que pienso de ti.

Recuerdo tu figura en la barra del bar, con pose de perdedora, aquella noche, en aquel bar donde sólo estabamos unos cuantos hombres jugando al billar y tú, agarrada a una botella de whisky. Recuerdo que me acerqué y que tú llorabas. Me acuerdo que me contaste que estabas triste y desolada, que no tenías dinero, que habías vivido dos tristes historias de amor con final infeliz. Recuerdo que dijiste que la infelicidad eras tú.

Tu primer marido te pegaba unas palizas de muerte y tú callabas, encerrada en la habitación, esperando a que llegara Dios sabe con qué humor. Sentí pena y compasión, lástima y ganas de protegerte. Me contabas que había sido una liberación que un buen día se marchara para no volver, aunque te dejara sin dinero y con muchas facturas por pagar. Decías “desapareció sin más. No dió señales, la policía no le encontró”. Luego, te declararon viuda. Volviste a casarte.No tuviste mucha suerte con tu segundo marido. ¿Qué tienen algunas mujeres que solo van a dar con hombres malos? –pensaba. Este no te pegaba, pero te era infiel y te contagio una enfermedad de transmisión sexual. Pero lo que más te dolía no era eso, era que tampoco llegabas a final de mes. Le amabas, pero él a ti no, y aun así, tuvisteis dos hijas. Él también se fue de repente. El corazón se le paró un frío día de invierno. Viuda por segunda vez y con el alma partida en dos de nuevo.

Y entonces llegué yo, para hacerte compañía, para completar tu vida por primera vez en un sentido positivo, para arreglar tus penas económicas, para ser tu amor, amigo, amante, compañero de piso, paño de lágrimas, padre de tus hijas... yo creía que contigo iba a tocar el cielo.
Creí que lo había hecho, me sentía en la gloria a tu lado. No sabía que, en cambio, me estaba abrasando en el infierno.

Mujer de alma, lengua y manos venenosas, todo en tu forma de ser ha sido un engaño. Pasear contigo era caminar con una serpiente. Dormir contigo era dormir con mi enemigo. Hablar contigo era contarle mis secretos a un mal abogado. Sentarme a comer contigo era comer con el mismo diablo.

Tus malas artes me estaban atrapando y yo no lo veía. Me había vuelto invidente ante tu maldad. Me estaba quedando cada día más ciego.
Hasta que un día me di cuenta de que me habías asfixiado. Tu primer marido no se había marchado. Había muerto. Tu segundo marido no tenía problemas cardíacos, lo habías matado. Envenenados.

Y claro, también querías mi dinero. Mi herencia. Me he dado cuenta, pero no ha sido del todo tarde. No te vas a llevar nada. Ayer cambié mi testamento. No vas a ver ni un céntimo. Te siento riéndote frente a mi ataud, pero ya sabes que quién rie el último, sin duda, rie mejor.

4 comentarios:

Eloisa dijo...

No recordaba éste relato. Muy bueno, me gustan mucho las comparaciones, te hacen oscilar con el personaje todo el rato entre el amor y el odio o desencanto que se adivina. Nora. Elo.

Sarasvāti dijo...

Es tan bueno, que yo también acabe odiandola.
Grrrrrrrrrr

Anónimo dijo...

Me recuerda "La araña negra" muy bueno, esta bien esta acumulación de odio sobre el personaje.
Juan

David Finch dijo...

Los pensamientos de un muerto...mola!!Un monólogo muy realistacon mucho ritmo de principio a fin.Me gustan las comparaciones que haces,y el personaje de la mujer,pero creo que le falla algo.no se si la encuentro del todo verosimil a la hora de matar a sus maridos o quizas el final me viene muy de repente.En cualquier caso es sorpresivo y me gusta.