jueves, 26 de junio de 2008

Objetivamente

Sentí tres impactos, secos; que me hicieron caer de rodillas. Justo después un frío intenso recorrió mi cuerpo. Le mire a los ojos buscando una respuesta, un motivo del porque ha descargado su ira, y revolver contra de mi. No hubo respuesta a mi pregunta.

Habían pasado casi quince minutos desde que había entrado a por preservativos en esta farmacia, tal vez si me hubiera decidido rápido por cual, no me hubiera pasado esto. Ana, mi novia, estaba decidida a perder su virginidad conmigo, y quería estar más que listo. “¡Mierda como duele!¡Estoy sudando a chorros!” Ana la de los ojos verdes, la de la boquita dulce y las tetas firmes”.

Mis padres no estarían en casa este fin de semana, y ya tenía todo pensado, iría a por ella y nos iríamos a casa, le quitaría ese vestidito rosa, corto y ceñido, que se que se pondría para provocarme y me subiría a ella despacio sobre la cama. “¡Me falta el aliento! ¡Prefiero no seguir imaginándomela! ¡No tiene sentido lo que me esta pasando tío! ¡Tan solo tengo 17 años joder!” La chica de la caja se acerca, me pregunta algo que no logró entender. Sale de nuevo pitando esta vez hacia el teléfono. ¡Ana coño! ¡Quiero vivir para follármela! Empiezo a toser muy fuerte y duele. Un chorro de sangre me corre por el costado y va dibujando un charco inmenso a mi lado. Trato de moverme y no puedo, siento como una fuerza extraña me presiona contra el suelo, me voy, trato de extender los brazos y no los siento, cierro los ojos para concentrar mis fuerzas en ello y antes de irme totalmente solo alcanzo a apretar el puño.

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Aprieto el puño, pensando en la rabia que me da que Carlos no llame a su hijo. Trabajar de dependienta en esta cutre farmacia no me da para mantenerlo. ¿Dios mío que voy a hacer? Mientras estoy perdida en mis pensamientos entra un chico que se ve nervioso ¡que será lo que quiere! ¡Ya estoy a punto de cerrar!

Suena el teléfono, es el, empezamos a discutir, porque ya no hablamos; discutimos, le grite que su hijo necesita de cosas, que estaba harta de que solo viniera a verle cuando le diera la gana y solo para hablarle mal de mi, mire alrededor, el chico seguía rondando por allí.

¿Qué te vas? ¿A dónde coño te vas? ¡Ahora si es verdad que no contaré contigo para nada! Miro hacia la puerta, entra otro tío, muy alto y desaliñado, no alcanzo a pillar lo que me dice Carlos, le digo que lo mejor en definitiva es que se fuera a otra ciudad, y que se llevara a esa zorra con el, que tanto daño nos había hecho y colgué, dejándolo sin habla. Miro hacia los pasillos, no veo a ninguno de los tipos cerca, me apoyo en la caja, respiro y contengo mis lágrimas. De pronto tengo a ese último tío frente a mí, grita fuerte que le diera el dinero y yo no se como actuar, tengo mucho miedo. Abro la caja registradora por instinto, y cuando estoy tomando el dinero, escucho que decía hacia el chico ¿Quién coño eres tu y de donde saliste? Y acto seguido dispara tres veces contra el. Me quedo de piedra, pongo el dinero sobre la mesa y me agacho rápidamente debajo del mostrador. Espero unos minutos y me levanto, el dinero ya no esta allí y el chico esta tirado sobre el suelo. Corro hacia el y le pregunto ¿Te encuentras bien? Me mira con ojos acuosos sin decir nada y me devuelvo hacia el teléfono para llamar a una ambulancia. Mientras espero que cojan el teléfono, me pregunto a mi misma, muy bajito, casi en susurro, ¿Qué porque coño no era el Carlos quien recibía esos tiros?

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¡A tiros si es necesario, pero necesito dinero para comprarme la coca! ¡Joder! ¡Mi cuerpo me lo pide! ¡No puedo resistirlo! Voy caminando rápido, muy rápido por las calles de esta cochina ciudad, mirando hacia los lados intentando ver donde está mi oportunidad. Hace años que estoy en esto, ya estoy podrido por dentro. He vendido mi cuerpo, he robado para conseguir drogas. ¡He hecho de todo menos matar! ¡Siempre me han dicho que soy un cagao!

Desde que empecé con un porro, no he sabido parar, me he metido de todo y lo he perdido todo también, a mi familia y mis amigos. Mi madre, que tanto la quería, desde aquel día que la golpee, al verme descubierto robándole sus joyas, no la he vuelto a ver.

Estoy en una calle oscura. El sudor me corre por la frente y el pecho, siento la boca seca y me late el corazón a mil. ¡Mierda! ¡Mierda! Esto tiene que parar, necesito la pasta YA! Hay una farmacia en la esquina, miro a través del cristal, hay una chica, baja y gorda, esta al teléfono y parece una presa fácil. Acaricio la pistola, con este mono que me esta matando pierdo cualquier miedo ¿Qué coño miedo? Tengo que pincharme, conseguir por lo menos para un viaje.

Entro decidido, parecía sola, me detengo en una estantería para disimular ya que ha volteado a verme, no tardo casi nada y cuelga violentamente el teléfono después de lo que se supone es una discusión con alguien. ¡Este es el momento! ¡Se apoya contra repisa! Voy hacia ella y saco la pistola, me tiemblan las manos, me pesa entre los dedos pero le grito con fuerza ¡Dame la pasta ahora! Mientras abre la caja, una sombra aparece a mi derecha, es un tío alto y moreno, me giro hacia el ¿Quién coño eres tu y de donde saliste? alcanzo a decirle, y sin pensarlo le disparo tres veces, cae de rodillas frente a mi, me mira fijamente, como si quisiera preguntarme algo. Miro hacia la caja, el dinero esta sobre el mostrador y la chica ha desaparecido. Tomo el dinero y corro hacia la puerta, giro en la esquina y corro dos o tres cuadras. Logro entrar en un callejón, camino hacia el fondo, me recuesto en la pared y trato de respirar lentamente. Sigo con el arma en la mano, y me doy cuenta que ya no pesa tanto, tengo la pasta en la otra. ¡Fue fácil! ¡Demasiado fácil! ¡He matado a alguien! Me robe una vida, en tres disparos. Ya había tocado el fondo, ya no era un cagao.

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