viernes, 6 de junio de 2008

La intrusión

La mañana siguiente a la fiesta me despierto en el sofá de mi casa, tarde y un poco aturdido. Mientras me desperezo contemplo la panorámica que se abre desde el salón hacia el valle. La mía es la única unidad residencial entre estas montañas. Aún no me aburre el paisaje de alta montaña, a más de tres mil metros sobre el mar, en el que pedí, hace algún tiempo, que situaran mi casa. El momento en que me canse de verlo tal vez esté acercándose; cuando llegue, simplemente solicitaré al sistema una nueva ubicación, quizás al lado del mar, en una playa larga y tranquila, tal vez unos metros mar adentro o en la propia orilla con el salón orientado hacia la línea de la espuma de las olas.
Me sorprende el suave sonido de la presurización de la puerta, mientras me estoy tomando el desayuno, aún sentado en el sofá. Al volverme hacía el vestíbulo me veo de pie, allí en la entrada, y entiendo al instante que algo va mal. ¿Qué pasa?, me pregunto. No sé, me contesto.
Me conectan al sistema de forma automática. Hay un problema, en efecto; y muy grave. La duplicidad de una persona sólo es un síntoma, algo que el sistema puede arreglar por sí mismo. La causa es algo más alarmante y peligroso.
El sistema, de forma excepcional, restablece mi estado a normal, limpia la resaca y desintoxica mi organismo para que pueda ponerme en marcha desde ese preciso instante. Subo a la terraza superior y encuentro a punto y programado mi transporte personal. En cuanto me acomodo en la butaca de control y la nave despega.

Ahora soy un rastreador y reparador. Mi nombre no es importante. Mi función actual consiste en ubicar, analizar y eliminar la excepción, el elemento extraño. El sistema es perfecto, casi perfecto, pero como todo modelo global registra a veces algún pequeño error. En teoría no es posible, pero está comprobado de forma empírica que resulta una necesidad del modelo. La posibilidad del error se revela como el único camino ineludible para conseguir la estructura completa. El sistema todavía lo está estudiando. Mientras llega a una conclusión actúa de forma puntual sobre el problema y lo elimina. El procedimiento habitual consiste en escoger como agente reparador a alguien cercano o implicado en la intrusión. Desde el instante en que me vi entrar por la puerta fui integrado por un tiempo en el sistema y voy a ejercer de agente ejecutor hasta que pueda ser solucionado el problema. Después lo olvidaré y seré tan sólo yo de nuevo. Es imposible saber si es la primera vez que esto me ocurre. En circunstancias normales nadie es consciente del sistema, ha estado siempre allí; somos nosotros o más bien la parte sensible de nosotros; el universo pensado y estructurado para la vida que queremos. Lo demás no nos importa, y ha sido olvidado hace tiempo.
El panel de control señala como destino el lugar de la fiesta, allí ha surgido el problema. Allí me conduce la nave.

Lisa es monocroma y ayer había cumplido veintidós años. La fiesta consistió en una reunión de amigos y desconocidos, en igual proporción, escogidos al azar en la Red Universal. Lisa estaba encantadora con su vestido fractal de rayas negras sobre blanco, piel desaturada y ojos grises moteados. Se movía entre los invitados, como buena anfitriona, ofreciendo sustancias, juegos y encanto. Yo me introduje entre los desconocidos con la esperanza de conocer a alguien interesante. A esta categoría aspiró durante un buen rato Selo, que se configuraba física y sexualmente en la medida de las preferencias más intimas de su interlocutor. Para mí fue una chica menuda de preciosos rasgos orientales y formas elegantes con la que debatí sobre la idoneidad de las configuraciones zoomórficas. Después la vi alejarse con Adela convertida en un chico joven, casi andrógino, de piel dorada. Adela es soñadora. Para ella la vigilia es el estado excepcional. Su vida transcurre entre sueños y es allí donde encuentra su libertad. Lo más seguro es que acabaran durmiendo juntos.
También recuerdo que estuve con Haleo, el gemelo. En realidad es sólo una persona, pero se muestra como dos; uno es elegante, amable y simpático mientras que el otro, su gemelo, es grosero y agresivo. Me alegro de que hayas venido, me dijo dándome un abrazo, va a ser una gran fiesta. ¿Porque no te pierdes?, monstruo, asustas al personal, replicó acto seguido su eco, mientras me daba patadas en la pierna. No vi en toda la noche nada que indicara la existencia de un problema.

La última vez había sido una silla, exactamente igual a las cuatrocientas cincuenta y tres que había en la platea del teatro polaco donde apareció. En el registro del sistema, al que tenía acceso mientras duraba la emergencia, también constaba un episodio con una pluma estilográfica en Nueva Zelanda, y otro anterior, con un banco en un parque de Chicago.
Cuando llego de nuevo a casa de Lisa a nadie le sorprende mi regreso. Saben que ahora no soy sólo yo, que soy algo más, aunque eso no reduce su alarma. Los invitados que quedan en la fiesta, se hallan reunidos en una de las salas más alejada de la zona de la intrusión. El pánico que producen estos incidentes hace estragos en la mente. He recibido instrucciones claras de no interactuar con ellos, ni intentar calmarles. No obstante, de refilón, puedo ver algo a lo que no estoy acostumbrado; personas paralizadas, gestos incoherentes, un volador sentado, los soñadores despiertos con ojos como platos; puedo ver su miedo, sus miradas desquiciadas. Da igual, después no recordarán nada.
El sistema me transmite las coordenadas exactas. Entro en la cocina, nada parece fuera de lugar, no veo nada extraño; sólo botellas medio vacías de todo tipo de bebidas, recipientes con comida y botes con todo tipo de sustancias. Las coordenadas señalan con precisión el rincón opuesto de la sala, debajo de una gran mesa de cristal. Cruzo la cocina hasta situarme donde pueda verlo. Es una caja de cartón, parecida a todas las demás apiladas allí debajo. Son las cajas donde venía empaquetada la comida, bebidas y demás cosas compradas para la fiesta. Concretamente es la segunda a partir del rincón, en la primera hilera; una caja vacía sin más información que la etiqueta en su lateral: zumo de pomelo y ambarina, doce unidades. A través de mí el sistema recaba todo tipo de datos sobre el objeto para su análisis; después y tan sólo durante una minúscula fracción de tiempo, hace que confluya en mí todo el poder necesario para su destrucción. Un fogonazo, un ligero mareo y todo ha terminado: la caja ya no está allí. Al cabo de unos instantes recibo los resultados del análisis que confirman el origen de la intrusión. Ningún componente era normal, no contenía ningún código, ninguna pauta ni estructura digital originada en el sistema. Su composición provenía de un orden aberrante, desconocido. Era materia orgánica de procedencia vegetal, minerales, estructuras moleculares, átomos. En definitiva: era real. Por suerte, dentro de unos segundos, lo habré olvidado todo.
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2 comentarios:

Eloisa dijo...

Un relato fantástico Xavi, no encuentro ningún error en su sistema jaja. La descripción de Lisa la anfitriona es magistral y los personajes de la fiesta son muy originales. Llevas al lector muy bien durante todo el relato y el final es impredecible y divertido. FELICIDADES. Elo.

David Finch dijo...

"Yo soy heroe","1984","Un mundo feliz","Matrix"...Todo esto me viene a la cabeza cuando leo tu fantástico relato de ciencia ficción/denuncia social.Tópico tema escrito y descrito con gran originalidad y maestria.sigue así Xavi,por favor.
Enhorabuena.