sábado, 28 de junio de 2008

La cita

Lupe salió de casa con el abrigo de diario y la cara lavada. Ese día se había levantado temprano, había barrido la casa, limpiado el polvo, fregado el suelo y le había preparado el desayuno a Bruno como todas las mañanas desde hacía 7 años. Lo único excepcional era que se había tomado el día libre en el trabajo. Todo lo demás en su vida respondía siempre a la misma pesada rutina, una rutina enganchada a su piel.
Caminó con paso lento y tedioso hasta la parada del autobús y cogió el primero que pasó camino al centro de la ciudad. Validó su billete y se sentó en el primer asiento que vio libre, al lado de una mujer. La miró y vio que estaba embarazada, de unos 7 meses. Lupe bajó la vista y su mirada se llenó de una mezcla entre tristeza, desolación y delirio.

Llegó al bar en el que había quedado a eso de las 10 de la mañana. Allí estaba ya Mara, con los ojos hinchados de haber dormido poco, pero perfectamente maquillada y vestida con una blusa que transparentaba su sujetador, falda corta y zapatos de tacón. De su silla colgaba un brillante y colorido abrigo verde. Lupe miró a su amiga con cara de aversión. Se sentó enfrente suyo, en la mesa cuadrada, y pidió un café solo. Mara la miró con frialdad.

- Sé lo que vas a decirme, Lupe, pero la decisión está tomada.
- No puedes hacerlo, Mara, no es justo.
- ¿Qué no es justo? ¿No es justo para quien?
- Ni para el niño ni para el padre.
- ¿Para ese desgraciado? El niño es mío y solo mío, Lupe, que te quede bien claro.
- Se necesitan dos para concebir un hijo. Tú sola no hubieras podido.
- Por favor, Lupe, le conocí una noche en un bar. Seguro que ni siquiera se acuerda de mi nombre.
- Aún así tiene derecho a…
- ¡Lupe!

El chillido de su amiga la sobresaltó. Lupe sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas. Aún así se contuvo. Mara dio un sorbo a su café y sacó su pitillera para encenderse el cigarro. Lupe la miró de nuevo con decepción en su rostro:

- No deberías fumar en tu estado.
- Veo que sigues empeñada en amargarme el día. ¿Qué demonios quieres, Lupe? ¿Qué pretendes con esta actitud?
- Quiero proponerte un trato. Ten el niño. Bruno y yo nos haremos cargo de él. Lo adoptaremos. Mara, necesitamos ese niño. Desde lo de mi cáncer sabes que todo ha ido mal. Era la ilusión de Bruno, Mara, y no podemos adoptar. Por mi depresión, ya sabes. Y nuestro sueldo no nos da para comprar un niño. No podemos, ya lo sabes. Y tú quieres abortar… no lo hagas, Mara, no lo hagas… por favor…

Lupe empezó a llorar, tristemente, frustradamente. Mara encendió el cigarro y dando una larga calada, cruzó las manos sobre la mesa. En su reloj marcaban las 10 y 10.

- Lupe, ese no es mi problema. Tengo cita programada y en dos días todo se acabará. No voy a pasar por esto ni por ti ni por nadie. Sí, con lo de tu cáncer todos lo pasamos mal. Bruno, tus padres, tus amigos… todos! Pero no me pidas eso porque no lo estoy dispuesta a hacer.

Entonces, la cara de Lupe cambió por completo. Sus ojos se volvieron fuego, si mirada ira y su cara se desencajó en un instante. Como poseída por el demonio, se lanzó sobre su amiga chillando:

- ¡No lo vas a hacer, perra, no vas a matarlo! ¡Antes, te mato yo a ti, te mato!

Y en menos de un segundo, Mara cayó al suelo, con unas tijeras de costura clavadas en el cuello, sangrando a borbotones. Con la blusa transparente manchada de sangre y los ojos sorprendidos de quien no espera recibir semejante puñalada.

2 comentarios:

David Finch dijo...

La idea es buena.supongo que quedaría mejor si se alargase bastante más ya que todo tan precipitado que pierde verosimilitud por todos lados.¿qué hace Lupe con unas tijeras por la calle?je je!!

Maite dijo...

jajaja... es que es una mujer moderna y las lleva en el bolso por si se le cae un botón. Cortar el hilo con los dientes no es bueno.

Sí, me quedó flojísimo... pero lo he colgado tal cual, sin cambiarlo...