viernes, 6 de junio de 2008

Rehabilitación

Otro día más…
Miro a un lado, miro al otro. Viene un coche…. ¡esperaré!
Avanzo un paso, miro a un lado, miro al otro se ve borroso y pequeño. Miro al frente, camino lo más rápido que puedo, la luz está en verde. Titila voy por la mitad me detengo y miro a mi derecha, está más cerca y seguro estoy importunando... ¡querrá seguir! Levanto la mirada avanzo de nuevo intento que no esté detenido mucho tiempo. Por fin llego al otro extremo, tomo aire, respiro. Me arreglo el cabello y el jersey.
Recorro la acera hasta la entrada de la clínica. Levanto la mirada, en la recepción están Laia y Jordi. Jordi gira su rostro y me ve entrar con otras personas, está al teléfono y baja la mirada para anotar algo… eso parece.
La gente que va a mi lado pasa muy rápido, yo sin prisas…

– ¡Montse!... sin prisas –

Me molesta la espalda, me detengo un momento, tomo aire. Me arreglo el cabello. Camino lentamente hasta el pié del ascensor. Espero… está vacío. ¡Umm! no tiene espejo. Busco en el bolso el pintalabios y el espejito.

– No se para que miro este mísero espejo –

Marco el número tres… espero. Se abre la puerta y está una mujer joven en una silla de ruedas y tras de ella está un hombre de la edad de mi hijo…. que guapo.

– Espera bonita, espera que esta vieja lenta, salga –
– Adelante señora no se apresure, nosotros esperamos –
– ¡que maja! … cuídala bien, guapo cuídala bien –

Camino hasta la recepción… levanto la mirada acerco el reloj a mi cara, entorno los ojos un poco y… son las nueve y trece minutos… me acerco a la puerta que dice: rehabilitación mujeres. La abro, empujo… La taquilla tiene casi todas las puertas cerradas y sin llave. Levanto el brazo muy lento, para alcanzar la llave del número cinco. Debo bajarlo.
Segundo intento… tomo aire. Levanto el brazo y giro la llave y me la quedo. Meto el bolso adentro y cierro de un golpe… bajo el brazo. Tomo aire.

– ¡Montse!... sin prisas. Vamos Montse –

Levanto el brazo con la llave para cerrar y me tiembla, no encaja la llave. Intento ayudarme con el otro brazo y me empino. No consigo meter la llave en la cerradura. Me recuesto contra la taquilla y me empujo hacia la cerradura… por fin.

– ¡Ufff!... respira Montse, respira –

Voy a la puerta del fondo, paso a paso. Abro la puerta, allí están. Creo reconocer sus figuras. Están con sus batas blancas… la delgada es Claudia, la rubita es Cristina, el joven es Juan. Al resto ni los conozco. Siempre hay gente nueva.

– Hola Montse - me saluda Cristina que está muy cerca.
– Hola Bonita - contesto.

Mientras espero que me atiendan. Camino un poco para sentarme en una butaca contra la pared que está justo al entrar. Pero en el mometo en que voy a dejarme caer sobre la silla…

– No Montse, llegas tarde. Lávate las manos y ya te pongo la parafina – me señala Claudia
Digo – Es que no queria molestar. Estaban todos en sus cosas tan… – interrumpe Claudia diciendo:
– ¡Ya sabes la rutina!... ¿cuantas veces debo decirlo? –
– ¡Hay guapa!... los años – digo

Me dirijo hacia el lavabo, enjuago las manos y Claudia abre la olla de la parafina. Sumerjo la mano derecha una vez, dejo enfriar, otra vez, dejo enfriar, otra… ya está.

– Son cinco veces – me dice
– ¿en cual voy? – pregunto
– ¡No sabes!... vas por la tercera, creo.
– Disculpa bonita – le digo

Me dejan con la mano envuelta en plástico y una tohalla. Mientras, puedo sentarme junto a una de las mesas y allí está un joven nuevo en la rehabilitación, tiene la mano igual que la mia envuelta en la tohalla y lee un libro. Tiene el cabello largo y lo sostiene con una cinta para el pelo. Levanta la mirada y pregunta:

– ¿qué le ha pasado a usted?
– Mira me he caido y lo particular es que me duele más esta otra mano – le digo
– ¿Y a usted que le ha pasado? – pregunto
– Me caí en una bicicleta, pero no fue muy grave, solo me rompí un dedo
– Yo me rompí tres, estos tres – le muestro en la otra mano
– Espero que se alivie rápido
– A mis años no es tan facil, también me duele la rodilla y la espalda y mire como tengo esta mano, y es la buena – le digo

Pasados unos cuantos minutos Claudia me retira la tohalla, la parafina y me dice:

– Señora, va a hacer esto… coloca estas pinzas de ropa en la canastilla y luego los retira de nuevo así hasta que le diga. ¿Me entiende?
– Si, pero me dolerá… no tengo fuerza – le digo
– Si le va a doler… pero tiene que hacerlo y depués haremos otras cosas más complicadas

Cojo una pinza roja y la intento colocar en la canastilla, bien. Luego una azul y luego otra y la siguiente. Se me caen.

– ¡Señora!... muestre como lo está haciendo – dijo Claudia mientras se acercaba
– Mire es que no puedo – dije
– Señora… usted tiene artrosis en las manos, su enfermedad está muy avanzada. A usted la lesión ya no le duele, lo que le duele es por la artrosis. El problema ahora es su enfermedad. Me comprende – me explicó Claudia.
Le contesté – hay bonita, si yo tuviera tu edad si que podría hacerlo pero ya tengo 84 años y mis manos no son lo que eran antes –
– Está bien, pero si no lo hace correctamente no mejorará. Mire le muestro. ¡Ponga atención! … vamos a mover este dedo hacia aquí, intentando hacer pinza con cada dedo. Uno a uno. Haber yo lo veo… ¡Noooo! … esto no va a funcionar – dijo ella

Yo ni le miro, ya se como es su cara y no quiero ni mirarla.

– Mejor intente hacer esto otro. Va a coger esta plastilina y la pellizca, llevando la muñeca hacia arriba… pero sin mover el brazo, solo mueve la muñeca – me indicó.
–¡Hay me duele! ¿Cómo espera que haga esto? – le pregunté
– Hágalo despacio y descanse… despacio y descanse… yo ya regreso, para ver como va – dijo ella y se alejó.

Mientras se iba alcancé a escuchar que decía: “no la soporto”.
En cuanto se fue pasé de instrucciones, ¡me dolía tanto!... pellizqué la plastilina, una y otra vez, hablé de cosas y conté historias a los que estaban alrededor. Que juventud, que hermosa es la juventud. Hablé tanto que ni me acuerdo, ¡dije tantas cosas!…

Ahora, es otro día más…
Y tengo de nuevo al frente la clínica. Paso la calle, paso a paso. Entro por la puerta y veo a Jordi y a Laia en la recepción. Siguen es sus cosas. Hace días que no me saludan. Subo por el ascensor sin espejo y camino hasta la puerta que dice: Rehabilitación mujeres.
Luego la lucha diaria con la taquilla, el bolso y la llave. Abro la puerta del fondo. Distingo las batas blancas… la rubita es Cristina, el joven es Juan, al resto ni les conozco… ¿dónde está Claudia?

– Hola Montse – me saluda Cristina
– Hola bonita, ¿dónde está Claudia hoy? – le pregunto
– Hoy estarás conmigo… Claudia ya no trabaja más aquí – me contesta

Camino hacia la silla junto a la entrada y me siento… levanto la mirada, acerco el reloj a mi cara, entorno mis ojos un poco húmedos y… se me escapa una lágrima mientras leo que son las nueve y catorce minutos…
Miro alrededor y siempre veo gente nueva. Todos hacen lo suyo, unos recostados sobre las camillas, otros en las mesas con objetos, otro en las colchonetas…
Levanto la mirada, acerco el reloj y miro la hora… son las nueve y cuarenta. Nadie me dice nada.

4 comentarios:

Sarasvāti dijo...

A mi los relatos de viejitos me gustan. Me entristece esa etapa de la vida donde te ignoran y pasas a ser un obstáculo para las desenfrenadas vidas de los jóvenes... Y puedo ver totalmente a el presonaje de tu relato. Puedo sentirme como ella. Me absorvio totalmente.
Ahora tengo dudas si el diminutivo de Montserrat... es MONTSE en vez de MONSE???
¿?¿?¿?¿?

Eloisa dijo...

Es un relato suave, te engancha sin darte cuenta, sientes una empatía total por la viejecita, supongo que porque todos sabemos que llegará (o eso espero) ésa época de retroceso.

Anónimo dijo...

Muy logrado, muy triste, sobre todo esta impresion de que te ignoran, de que ya molestas, un poco cruel, no? pero si uno va auna Residencia de ancianos, como es mi caso a ver a mi madre, observa la cruda realidad. Bien por ti, es un relato que hace pensar
Juan

David Finch dijo...

En este relato consigues que empatice con montse.mantienes un ritmo lento pero fluido.los diálogos son muy realistas y transmites rutina,paciencia,impaciencia,desesperación,soledad e incluso alegria sin descripciones emocionales.realismo sucio sin duda.una buena crítica social.si es que tenemos a nuestros ancianos abandonados...