lunes, 14 de julio de 2008

Monólogo "Viuda"

Cariño, perdonarás que no te haga más compañía, pero cada vez que entro en esta habitación siento náuseas. Ya sabes que no soporto el olor a incienso. Le he dicho a tu madre cien veces que lo apague, pero ya la conoces, es terca como una mula y siempre va a la suya.

Acabo de despedir a Antonio, el médico que tenía la consulta en el ático ¿te acuerdas de él? Bueno, ahora tampoco importa mucho. Por cierto, que esta noche tampoco me podré quedar. Luisa está algo malita ¿sabes? No sé muy bien qué le pasa, mamá me ha dicho que le duele el estómago. Pobrecita, ella sí que está sufriendo. Seguro que no te importa que no me quede ¿verdad? Así también aprovecharé para cambiarme de ropa. Tu madre me ha llamado la atención por mi vestido azul cielo y mi pañuelo floreado. Y lo que yo le he dicho, que no me puse luto ni cuando enterramos a mi padre.

No te puedes imaginar la cantidad de gente que ha venido a darte su último adiós. No te he dicho que esta mañana estuvo aquí Don Gonzalo y tu empresa ha enviado un cojín de flores muy bonito, por cierto.

Ay cariño, sólo Dios sabe cuánto te he llegado a querer y de lo que fui capaz de hacer por ti. Por ti y por Luisa, nuestra querida hija. Y, ahora, cuando estaba a punto de confesártelo todo, te vas, así, sin más, sin ni siquiera avisar. Pero yo no puedo callar por más tiempo, debo decírtelo, aunque sé que te resultará doloroso.

Estabas tan orgulloso con tu ascenso, que no te paraste a pensar cómo te lo habían podido conceder, después de haber cometido el desfalco. Sí, cariño, sabíamos lo del desfalco. Lo sabía el director del Banco y lo sabía yo. Don Gonzalo me llamó una tarde a casa y me dijo que debía decirme algo sobre ti de vital importancia. Me quedé intrigada, la verdad y nos citamos esa misma tarde en una cafetería de las afueras. Me lo explicó todo, cariño. Te habían descubierto y tenían intención de despedirte y denunciarte. Yo le rogué que no lo hiciera, que devolveríamos el dinero, pero cuando me dijo de qué cantidad se trataba, creí morirme. ¿Cómo pudiste hacer algo así? Éramos felices con lo que teníamos, no necesitábamos nada más. Don Gonzalo ha sido siempre muy mujeriego ya lo sabes, y yo le gustaba. Tú bromeabas al respecto y yo te seguía la corriente, diciéndote que tampoco estaba nada mal para su edad, pero lo que no te podías imaginar es que durante estos dos años, he estado pagando tu deuda complaciendo los deseos de Don Gonzalo. Lo nuestro fue un trato, una transacción económica. Durante dos años sería su amante y luego tu deuda quedaría zanjada. Pero ya sabes lo que dicen, que el roce hace el cariño y lo que comenzó siendo una dolorosa obligación, pues se convirtió en un momento deseado y sí, para qué te voy a engañar, que me he acabado enamorando de él.

Y te lo pensaba decir, de verdad, pero el destino ha querido que no vivieras para saberlo. Mira, mejor, te has ido feliz, ignorando la verdad y ahora tu tumba guardará mi secreto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tus historias son siempre interesantes Rosa, felicidades. Quizas faltaria conocer un apunte de los antecedentes que hacen que el director se interese por la mujer, me harian más verosímil el que un director le cuente a la mujer del trabajador lo que pasa en el banco.

Desde el silencio.