martes, 15 de julio de 2008

NUCA DEBES SACAR CONCLUSIONES

Era ya media tarde cuando por fin llamó al timbre de la puerta. Durante muchas horas había estado dando vueltas por la calle sin decidirse. No recordaba ya cuantas veces había pasado por delante de aquella casa, se había detenido por un instante y a continuación había seguido andando por la acera sin girarse, convenciéndose a sí mismo de que la próxima vez llamaría. Mientras andaba, en su cabeza se arremolinaban las palabras que iba a decir a Carlos en el momento que le tuviera delante, cara a cara. Sería rápido, sin darle oportunidad de salir de su sorpresa y entrar en conversación. Tal vez, un “Hola como estás” para a continuación entrar en materia. Su mente iba estructurando un discurso que fuese coherente y causase el mayor impacto, con expresiones que fuesen a la vez duras y acertadas. Llegó a escribirlo sobre papel, cambiándolo una y otra vez. Lo lógico sería haberle enviado una carta, pero no, él sabía que no era lo mismo imaginárselo al leer la misiva que estar allí en persona, viendo la expresión que asomaría en su cara, observar su reacción y poder escuchar sus explicaciones. Le aterraba la idea de quedarse en blanco sin saber que decir, allí como un memo, sólo pensarlo le hacia dar otra vuelta a la manzana y darse más tiempo para memorizarlo todo.

Cuando al fin se decidió, cruzó una puerta de hierro que estaba abierta y entró a un pequeño parterre muy cuidado, con unas macetas llenas de flores situadas a ambos lados de un camino que conducía hasta la puerta de entrada al domicilio. Fue a buen paso, como si tuviera miedo de arrepentirse y volver a dar la vuelta. Ya ante la puerta, presionó el timbre con suavidad, como si no quisiera que nadie lo escuchara. Pasaron unos segundos y ya con más decisión volvió a presionar el botón. Entonces fue cuando pudo escuchar unas voces que provenían del interior de la casa, parecía de varias personas a la vez. Maldita sea, se dijo, hay gente, lo último que deseaba, no lo tenía previsto. Iba ya a darse la vuelta para alejarse rápidamente de allí, cuando se abrió la puerta y apareció una mujer. Era joven y vestía toda de negro, su cabello rubio lo llevaba recogido con una diadema también de color negro. Sus facciones eran agradables, pero su cara tenía una grave expresión. Le dirigió una leve sonrisa, y le preguntó si había venido para ver a Carlos. La pregunta fue tan directa y natural que no tuvo más remedio que contestar afirmativamente. Ella se presentó, se llamaba Clara, y era la hermana de Carlos. Mientras le preguntaba su nombre le hizo pasar a un gran salón que debía ser el comedor, donde un grupo de personas se repartía por sillas y el sofá, mientras otras permanecían de pie formando pequeños círculos en los cuales se hablaba muy bajo, como si temieran que alguien pudiera escucharles. No conocía a nadie de los presentes, tampoco era de extrañar, habían vivido en otra ciudad y ni siquiera le había contado que tuviera una hermana. Carlos era una persona muy dada a compartimentar su vida y sus relaciones, evitaba de esta forma que nadie pasara del esta tus que él le había asignado, y el suyo sin duda estaba circunscrito fuera de su vida familiar. Clara le invitó a sentarse sobre un baúl cubierto por una especie de edredón, hacia las funciones de improvisado sofá. Se encontraban a un lado de la sala, muy cerca de la puerta que daba al vestíbulo.

- Mi hermano me había hablado mucho de ti - le dijo mientras tomaban asiento.

Estas palabras le dejaron helado, no sólo era la sorpresa de saber que Carlos le había mencionado a alguien de su familia, sino por el tiempo del verbo utilizado para decirlo..

- Mi hermano me había hablado....”

Un sudor frío recorrió su espalda a la par que un nudo se le instalaba en el estómago. Casi ni podía pronunciar palabra. Ella pareció notar su aturdimiento y poniendo una mano sobre su brazo le dijo

- Durante su enfermedad me contó lo vuestro, me dijo lo unidos que estabais


Ella siguió hablando pero ya no le escuchaba, algo en su cabeza estaba desmoronándose, Clara se levantó y le preguntó si quería subir a verle en aquel momento, que le acompañaría donde estaba. Se dirigió a la puerta del salón al tiempo que con la mano le hacía un gesto para que la siguiese. Se puso a caminar detrás de ella mientras sus pensamientos se amontonaban en la parte consciente de su cerebro, el cual completamente bloqueado se negaba a procesarlos, no podía creer lo que estaba a punto de suceder. Llegaron hasta una puerta que abrieron para pasar a una estancia tenuemente iluminada. Era un dormitorio con una amplia y espaciosa cama que ocupaba el centro de la estancia, sobre la cual había un ataúd que contenía el cuerpo de un hombre joven, era Carlos. Iba vestido con un traje color azul marino, la camisa con el cuello abierto sin corbata, y un pañuelo de color blanco que asomaba por el bolsillo frontal de la chaqueta. Se quedó mudo, como una estatua, mirando sin dar crédito a lo que sus ojos veían. Oyó la voz de Clara que le preguntaba si quería quedarse a solas. Le respondió que sí y al poco rato oyó como la puerta se cerraba detrás suyo. Mientras miraba el ya cadáver de quien tanto había querido y odiado, le vino a la mente todo lo que quería decirle, todo lo que llevaba escrito en su mente. Ahora todo había perdido su sentido pero casi sin darse cuenta se encontró hablándole,

- Por Dios Carlos, yo no me merecía esto, tener que verte así por última vez no es justo, que la última imagen que me quede de ti sea la de tu cuerpo frío y rígido tumbado dentro de este estrecho ataúd, vestido con este traje, que en vida nunca hubieras consentido llevar. ¿Por qué lo hiciste? Por qué desapareciste de mi vida sin decirme una palabra, así de un día para otro? Tan difícil era hablar conmigo, contarme lo que te ocurría. Ni tan solo me dejaste una carta, una nota, cualquier cosa que hubiera evitado esta ansiedad que me ha invadido durante todo este tiempo y que es el motivo que me ha hecho venir hasta aquí sin saber lo que me iba a encontrar, sin tener ni la más mínima idea de lo que te había sucedido. Siempre fuiste orgulloso, demasiado, y te lo hice notar en muchas ocasiones, pero te considerabas muy por encima de la mayor parte del género humano, invulnerable a todo. Yo en el fondo te admiraba por ello y tú lo sabías, te gustaba ejercer de maestro. Siempre tenías una explicación para todo. Quizá te fue imposible poder asumir que la enfermedad se hubiera apoderado de ti, que la diosa fortuna te girase la espalda y te quitase el control de tu vida pasándoselo al de los médicos, en una palabra convertirte en una persona frágil que necesitaba la ayuda de los demás. Debió ser duro, no tengo la menor duda, pero también lo fue para mí. Te imaginas la de historias que pasaron por mi cabeza para explicar tu comportamiento. Yo te hubiera ayudado, habría estado a tu lado hasta el final ¿Acaso lo dudabas? ¿Tan poca importancia le dabas a nuestra relación, después de haber convivido tantos años juntos? No me fue difícil averiguar donde vivías, pero no quería llamarte ni escribirte, tenía la sensación de que hacer esto era rebajarme, deseaba escuchar directamente de tu boca y mirándote a los ojos que es lo que había ocurrido para que te marcharas de aquella forma. He tardado en decidirme, no ha sido fácil pero he llegado a la conclusión de que no puedo rehacer mi vida sin encontrar respuesta a mis preguntas, y ahora tengo que encontrarlas por mi mismo. aquí de pie en esta habitación ante tu cuerpo ya muerto, sintiéndome estúpido e inmensamente triste.

Se quedo en silencio, ya no tenía nada más que hacer ni que decir en aquel lugar. Cuando ya estaba a punto de marcharse se fijo en las manos del muerto, aquellas que recordaba tan bien, siempre cuidadas, siempre tan descriptivas al hablar. En la muñeca izquierda, medio escondido por la manga de la chaqueta llevaba un pequeño reloj, con las horas marcadas con números romanos sobre el fondo negro de la esfera. Las manecillas giraban aún como si quisieran marcar el tiempo en el mas allá. Lo reconoció perfectamente se lo había regalado por el primer aniversario de vivir juntos. Se emocionó al pensar que nunca le había olvidado y que posiblemente mirase en el las últimas horas de su vida.

Fue hacia la puerta y la abrió apenas lo necesario para ver el exterior y comprobar que no había nadie cerca de la habitación. , volvió a cerrar la puerta se dirigió hacia el ataúd, e inclinándose sobre el cuerpo, tomó con cuidado el brazo en cuya muñeca llevaba el reloj. Con suavidad manipuló el cierre de la cadena, lo recordaba perfectamente, tenía su complejidad. Una vez abierto deslizó el reloj por la mano muerta. Cuando lo tuvo en las manos le dio la vuelta y leyó la inscripción que llevaba. “Para Carlos con cariño, Luis”. Lo apretó en su mano y se lo guardó en el bolsillo de su chaqueta

- Perdona Carlos - dijo mientras acariciaba levemente su frío rostro. - Había venido hasta aquí para llevarme unas palabras de ti, pero eso no va a ser posible, es evidente, por eso he decidido llevarme este reloj. A ti de nada te va a servir allá donde vas, no se mide el tiempo en la eternidad, en cambio a mi me recordará siempre los buenos momentos que pasamos juntos, cuando la felicidad formaba parte de nuestras vidas y nos creíamos los amos del mundo, cuando mire la horas que señalen sus pequeñas manecillas siempre me acordaré de ti.

Se dio la vuelta, fue hacia la puerta, la abrió y salió al pasillo. No se giró, bajó las escaleras rápidamente y caminó hacia la puerta de la calle. Clara estaba en la puerta del salón hablando con otra persona, no se fijó en él. Abrió la puerta y salio alejándose rápidamente de aquel lugar mientras notaba como el aire frío de la tarde convertía sus lágrimas en pedacitos de hielo.

3 comentarios:

Xavims dijo...

Hola, Tengo una duda, ¿Lo de llamarse Carlos/Oscar está hecho adredre o es un lapsus (cosa que me suena de algo)? Siendo homosexual sería pausible que no usara su nombre real. Por otro lado si no me equivoco el relato tal y cómo lo escribiste en clase era más corto, sólo el monólogo, ¿verdad?. Me gusta. Sólo una cosa: no sé si abreviaría un poquito al principio (antes del monólogo.

Xavims dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Tienes razón Xavi, ha sido un patinazo. Son dos antiguos relatos, que tenían una clara relación y he querido fusionarlos con no se que fortuna, y claro me he liado con los nombres. Gracias por la aclaración